En la campaña de los Andes, José Francisco San Martín pasó por lo menos 10 veces por el territorio que es en la actualidad el Departamento de Río Cuarto, recorriendo el camino de posta entre Buenos Aires y Mendoza. La senda en la provincia de Córdoba, unía en línea recta la actual Villa María con Achiras y corría al Norte de la Frontera Sur para evitar el peligro de las invasiones de los indios. No pasaba en consecuencia por la ciudad de Río Cuarto. Las principales postas de la región de Río Cuarto eran Tegua, Corral de las Barrancas (hoy Coronel Baigorria), tambo La Aguada (cerca de Cuatro Vientos), Barranquita y Achiras.
El historiador Carlos Mayol Laferrere indica que “el primer paso se produjo en 1814, hay constancias de que el 31 de agosto traspuso el Canal de las Barrancas y el 1 de septiembre Achiras”. Venía del Norte e iba a Mendoza. El último paso por la región fue en 1823 de regreso de Perú, rumbo a Buenos Aires, previo a su exilio en Europa.
Por la ciudad de Río Cuarto o lo que era la Villa de la Concepción del Río Cuarto pasó dos veces. Convocado por el Director Supremo entrante José Rondeau en 1819 y en plena campaña del Perú, San Martín pasó por la Villa del Río Cuarto en los primeros días de octubre y se sabe que llegó a La Carlota, donde habría sido anoticiado de que tropas santafesinas se aprestaban a detenerlo en el marco de las disputas internas entre federales y unitarios, con lo cual decide su regreso a Mendoza.
Víctor Barrionuevo Imposti, en su obra excelentemente documentada, Historia de Río Cuarto, Tomo I, página 168, dice: “La noticia de que llegaría una fuerte expedición realista al Río de la Plata indujo al Directorio a llamar a San Martín en consulta, a mediados de 1819. Y éste también quería ir, para acordar “las ulteriores operaciones del Perú”. Marchó pues por el camino de postas y el 10 de octubre de 1819 llegó a la Villa de Río Cuarto.
Acortando camino por las guardias de la frontera, San Martín llegó al día siguiente a La Carlota, donde fue informado de que los “Montoneros” santafesinos habían roto las hostilidades y bloqueaban los caminos. Decidió entonces no continuar su marcha y recabar nuevas instrucciones.
Al pasar de vuelta por la Villa de Río Cuarto (12-10-1819), San Martín le avisó al gobernador de Córdoba; y éste le pidió que mandase alertar las fuerzas de San Luís para auxiliar al Comandante Lucas Adaro en el caso de que los santafesinos atacaran algún punto de la Frontera del Sur”.
San Martín, el humano y el estratega
A las 14 del 17 de agosto de 1850 en Boulogne Sur Mer, Francia, moría el José de San Martín. El fin de su vida abría las páginas de su gloría. Nació en Yapeyú el 25 de febrero de 1788. A poco de andar viajó con sus padres a España y se enroló en las filas del Ejército de español. De inteligencia lúcida y espíritu templado recibió el impacto de los grandes cambios que a finales del Siglo XVIII y principios del XIX se produjeron en Europa. Las ideas de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial Inglesa y su aprensión a los movimientos masónicos sembraron en él la convicción de que las monarquías absolutistas del viejo mundo eran anacrónicas y que el colonialismo español era una aberración para los pueblos americanos.
Fue un hombre austero. Relata Felix Luna: “Siempre vivió modestamente, no le importaba el lujo, es sabido que después de liberar a Chile hizo que un sastre le diera vuelta su viejo uniforme en lugar de adquirir uno nuevo”. Luna resalta también las cualidades del sentido del honor del Libertador y que no era codicioso por el poder. “Después de triunfar en Chacabuco y Maipú declinó convertirse en Director o dictador del pueblo trasandino. En Perú debió hacerse cargo del Protectorado porque no existían allí, en ese momento, elementos orgánicos y confiables para formar un gobierno. Pero después de Guayaquil, cuando percibió que su presencia en el poder de Lima suscitaba recelos en la opinión local, dejó el cargo, devolvió su autoridad al Congreso y abandonó el territorio que había liberado”.
Con la entrada del siglo XXI algunos historiadores se animaron “a bajarlo del bronce” y mostraron su lado humano. Era duro con su tropa y con el enemigo pero hacía un culto de la justicia. Gustaba de vez en cuando empuñar una guitarra y empinarse un buen vino. No esquivaba tampoco la belleza femenina.
En 1812 llegó a Buenos Aires y si bien no fue gentilmente recibido, había sido un oficial de elite aunque de los cuadros intermedios del Ejército español, se le encomendó la formación del escuadrón de Granaderos a Caballos. El “Manco” José María Paz rescata en sus Memorias que antes de la llegada de San Martín la caballería criolla era un desastre.
La participación que tuvo en las grandes batallas de la Europa de la época, como por ejemplo en Bailén donde tuvo una destacada labor, despertó sus cualidades estratégicas lo que le permitió avizorar la inutilidad de continuar enfrentando al “Godo” por el Norte del país y que era necesario el epopéyico esfuerzo de cruzar los Andes para avanzar sobre Chile. Desde allí vía Pacífico dar un golpe mortal al centro defensivo de los realista en Lima, Perú.
Nota Prensa UNRC