Uno se pregunta, ¿Hacia donde estaba destinado la cantidad de dinero descubierto por falsas operaciones? Porque sabemos, que si bien son en “negro”, tienen un origen y presencia desde una realidad concreta. Ese dinero formaba parte de fondos nacionales, probablemente sin control fiscal. Pero, al fin de cuentas, dinero recaudado de nosotros para ser distribuidos con discreción hacia quienes lo necesitan o hacia que obra es necesaria realizar. Y aquí está la cuestión. Por un lado la corrupción sigue avanzando, se ha instalado en el modelo social imperante, y por otro genera un escenario molesto de relativismo ético y moral. Para una mejor ilustración de lo dicho, vaya uno de los tantos ejemplos que nos habita en nuestro macrocontexto social, y son las conclusiones realizados sobre un estudio entre pobreza y educación, por el investigador del CONICET, Jorge Colombo:
“Alrededor de “un millón y medio o dos millones de niños” de menos de 14 años constituyen la avanzada de la marea de los niños del desamparo, cuyos desempeños cognitivos y oportunidades de aprendizaje sufren algún tipo de desventaja vinculada con el riesgo de origen social respecto de los otros niños”, sostiene el investigador, y “consideró a esos chicos “la expresión de un verdadero tsunami social, que requiere atención especializada, programas de recuperación y contención”
Es que según el estudio, unos 5 millones de los más de 9 millones de niños menores de 14 años -nacidos a partir de 1993- viven en nuestro país, por debajo de la línea de pobreza, un 12 por ciento ha estado bajo la línea de indigencia y entre 30 y 40 por ciento de los menores de 6 años de hogares pobres expresan una demora en el desarrollo de alguna función básica vinculada con el proceso de aprendizaje, según estudios de la Unidad de Neurobiología Aplicada (CEMIC) en Buenos Aires.
Colombo expresó que “esos chicos necesitan, además de dietas alimenticias adecuadas, una exposición sistemática y sostenida para el entrenamiento de procesos mentales básicos, necesarios para optimizar las condiciones de aprendizaje”, que deben “complementarse con condiciones sociales que desalienten la deserción escolar”, para lo que “hacen falta recursos bien gerenciados, capacitación y estrategias activas administradas desde edades tempranas”.
Parecería que la problemática del niño excluido ha dejado la primera plana de la mayoría de los medios de comunicación, tapada por noticias que nada tienen que ver con el dolor presente -y la preocupación a futuro- de nuestros chicos muertos o sumidos en la postergación por políticas económicas y sociales y corrupción co-lindante, generadoras de inequidad y marginación o exclusión social. Llegamos a esta era, luego de atravesar en tiempos remotos la primacía de la obediencia absoluta y la teocracia (el poder de la Iglesia), pasando por el predominio de las ciencias y la democracia, para llegar al estado social actual, en donde existe el predominio de lo inestable, fluido, efímero, instantáneo, es la post-modernidad líquida de Bauman o la “economocracia” de Labaké. O sea que es una especie de ecónomo- centrismo, que ha terminado generando los escenarios actuales. Porque si es la economía la que predomina, rompe el contrato entre Estado y Sociedad que buscaba “el bien común”; y que actualmente tiene como reemplazo “al interés privado”. Eso es, para mí, el choque cultural de más influencia en lo que estoy exponiendo. El resto queda, no solo es postergado, sino que prácticamente no existe, por lo tanto no queda registrado, no puede construir una identidad dentro del actual sistema economicista.
Entiendo para terminar, siguiendo a Luis Gregorich, que “esta disonancia de fondo encuentra su causa primera en distintas fallas complementarias: la fragilidad institucional de la República, los procedimientos mafiosos que campean en el ejercicio y la pugna por el poder, los mecanismos que perpetúan el avasallamiento de la ley, la siembra de la inequidad social, el desconocimiento de la cultura y la educación como herramientas para la construcción de un Estado más democrático”
LIC ELENA FARAH