Aumenta la cantidad de parejas que se los hacen. Se usan para planificar el embarazo. Y muchos de ellos se pueden realizar en hospitales públicos. Los más caros, en centros privados. El más requerido es el que detecta el riesgo de Síndrome de Down.
«Nos apoyamos en la genética”, dice Verónica Neves, de 36 años. Hace seis años, tuvo una nena con síndrome de Down. Tras el nacimiento de la hija, ella y su marido acudieron a hacerse un test genético para saber cuál era el riesgo de volver a tener otro hijo con el mismo problema. “Sentimos que teníamos que saber si poseíamos una predisposición a la enfermedad, pero el resultado dio negativo. Eso nos tranquilizó mucho y ahora estamos buscando el hermanito”.
Como el caso de Nieves, más parejas van a consultar para hacerse alguno de los más de 30 tests que ya hay disponibles en la Argentina para identificar mutaciones genéticas asociadas a enfermedades, y luego planificar un embarazo. Se los llaman estudios preconcepcionales, es decir, son exámenes que se practican antes de la concepción de un bebé. Algunos se realizan en hospitales públicos, y los más complejos en centros privados.
“Hace 15 años, las parejas casi no preguntaban por los hijos que vendrían. Ahora en cambio preguntan opciones para que no padezcan la misma enfermedad que sus familiares, y en muchos casos deciden no tener hijos”, afirmó Angela Solano, profesora e investigadora en genética de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires.