No se sabe quien la mató ni por qué la mataron. Hay dos imputados con dos móviles distintos. La prueba genética genera expectativas por ser la única posible, más que por su incidencia real en la resolución del caso.
Facundo Macarrón y Gastón Zárate podrían haber matado a Nora. Uno es el hijo, el otro, un pintor devenido en perejil. Cualquiera de ellos podría ser el asesino después de un impulso sexual que terminó mal. Podrían haber entrado por la puerta ó haber subido por una ventana intencionalmente abierta. La habrían sometido antes de decidir su muerte, asfixiándola con el cordón de la bata y dejándola postrada en un cuarto impecablemente ordenado. Facundo y Gastón están acusados de ser los asesinos, pero ni uno ni otro podrían ser condenados en un juicio oral. Las pruebas que los imputan son tan endebles como la causa misma. Ellos podrían haber matado a Nora, o pudo ser cualquier otro. Nadie lo sabe.
A cuatro años del crimen de Nora Dalmasso, la Justicia no pudo determinar que motivos condujeron al homicidio ni existen sospechas firmes sobre el presunto asesino. A Nora la mataron en la exclusividad de la Villa Golf después de una noche de amigas y cuando se encontraba sola su chalé de la calle 5.
La asesinaron en la madrugada del sábado 25 y un vecino la encontró durante la tarde del domingo. Estaba postrada sobre una cama, con su cuerpo desnudo. Decenas de personas ingresaron al lugar antes de que el fiscal y los investigadores hallaran los primeros indicios sobre lo ocurrido. Nadie vio ó escuchó algo. Las cámaras de seguridad no funcionaban. Los custodios no observaron nada extraño. ¿Crimen perfecto?
En febrero de este año el fiscal de instrucción Javier Di Santo envió al Centro de Estudios Forenses de Estados Unidos los perfiles genéticos de más de 20 personas – entre ellas los imputados, quienes habrían contaminado la escena del crimen y hasta el propio fiscal- para que fueran cotejados con al menos dos ADN hallados por el FBI entre las muestras recogidas en la escena del crimen (cinta de la bata, sábanas y en la vulva y vagina de la víctima).
Esta no es solo la prueba más importante, es la única que podría reactivar la causa ó desterrarla definitivamente en la impunidad. El informe genera más expectativa por convertirse en una última alternativa más que por el resultado científico que derivará en múltiples planteos de nulidad ante la sospecha de contaminación de la escena del crimen.
El FBI también prometió diagramar el perfil genético del homicidio en un análisis del que hasta ahora no se conoce absolutamente nada.
Es tal el desconcierto alrededor de la causa que pese a tener a dos imputados cón móviles y orígenes totalmente distintos, el fiscal salió a investigar versiones que involucraban a un sicario mejicano, un detenido por el escándalo del Registro de la Propiedad y un preso despechado con un Policía.
Los investigadores del caso ya no confían en alcanzar la verdad real de lo ocurrido, solo cumplen con los pasos que exige el protocolo. En los últimos años no hubo testimonios, procedimientos ó búsquedas probatorios que reactivaran la instrucción. La causa ingresó en un coma profundo del que nada parece despertarla.
Facundo es un brillante estudiante de abogacía que da charlas en el exterior y espera desde un bajo perfil la graduación con honores. Gastón Zárate sobrevive de las changas de pintor y reside en la casa que alguna vez fue de su abogado, Enrique Zabala. Ambos reconstruyen sus vidas sin Nora y pese a Nora.
El padre de la mujer asesinada murió por una salud que agonizó desde la muerte de su hija. La mamá y el hermano de Nora desesperan en la falta de verdades y en las mentiras a medias que desbordan el expediente judicial.
Marcelo Macarrón recuperó plenamente su actividad laboral, aseguran que mejoró su condición económica y se lo vincula con una ex funcionaria y ex convicta devenida en empresaria.
El tiempo despejó complejos y lapidó los temores a la Justicia, y fundamentalmente, a la prensa.
Nora ya no es la víctima de tapa. Su muerte no escandaliza y su entorno ya no escapa de los flashes. Murió tantas veces como fue posible. De vez en cuando alguien pregunta sobre el homicidio y la respuesta se sostiene en un lugar común: «Se sabía que nada iba a pasar». Y nada pasó.
La Villa Golf deslumbra en sus viviendas carísimas y la calma de tardes que parecen de domingo. En Tribunales no hay pesar por el olvido, ni urgencias sobre lo que vendrá. La ciudad ya no es Sodoma y Gomorra, ni resiste a la novela furiosa de fiestas de la cacerola.
El crímen de Nora quizás no fue perfecto, pero el contexto de impunidad funcionó a la perfección. A Nora, la mataron por última vez.
Por Pablo Callejón (pjcallejon@yahoo.com.ar)