Fue realmente una «superluna», denominada así porque se vio más grande que de costumbre y «de sangre», por el color rojizo. Cuando hay un eclipse lunar, la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, por lo que esta última entra en el cono de sombra de la Tierra. Eso hace que la luz del Sol llegue al satélite natural y atraviese la atmósfera terrestre, lo que produce una dispersión. Por eso, la Luna se percibe rojiza. Durante la madrugada del lunes, personas de todo el mundo pudieron disfrutar del fenómeno.
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