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Los turcos en el genocidio del pueblo armenio, los nazis en el exterminio de millones de judios ó los represores argentinos en su versión argentina de la “solución final” tenían como principio fundamental la deshumanización de la víctima. De esa forma, se permitían hacer lo que quisieran con ellos. Podrían pasar por cámaras de gases, ser fusilados en fosas comunes, morir en salas de torturas, sufrir violaciones, mutilaciones, lo que fueran. El objetivo fue quitarles a detenidos y secuestrados su condición humana, convertirlos en seres sin derechos.
La argumentación del juez Daniel Rafecas sobre el concepto de deshumanización incorporó una advertencia que sigue tan vigente hoy en los organismos represivos del Estado. “La Dictadura no es pasado”, lanzó el magistrado que estuvo al filo de perder su cargo tras una embestida del macrismo y medios oficialistas. Rafecas sostuvo que las aberrantes prácticas de torturas y muertes que los militares argentinos incorporaron de otros planes de exterminios persisten en pabellones carcelarios y procedimientos ilegales de fuerzas de seguridad nacionales ó provinciales. La Democracia heredó las metodologías de represores que “formaron parte de las patotas durante la dictadura y luego prosperaron y ascendieron hasta llegaron a conducir las fuerzas”, como el caso de César Milani ó Miguel Etchecolatz, quien hasta febrero de este año gozaba de los beneficios del retiro como jefe de la Bonaerense, pese a condenas a reclusión perpetua por delitos de lesa humanidad.
En el tiempo de las preguntas del público durante la disertación en la Universidad, una joven sumó una duda central en el debate sobre el legado de la noche más larga, a 42 años del fatídico 24 de marzo de 1976. “¿Cómo es posible que haya tanta adhesión a los juicios por lo ocurrido en la Dictadura y muchas de esas personas avalen las acciones represivas del Estado en democracia?” Al responder, Rafecas fue contundente: “Por eso estoy aquí, por eso escribí este libro”

El aval de un amplio sector social a las consignas de gatillo fácil en favor del policía Chocobar, la muerte a golpes de un adolescente en manos de una horda de vecinos “indignados” por el robo de un celular en San Juan, el crimen por la espalda de un niño en Tucumán, el homicidio de un joven torturado por policías en Rosario de la Frontera ó la muerte de Nahuel en la protesta mapuche en el sur son algunos ejemplos de cómo en Democracia, los mecanismos represivos y conceptuales encuentran dolorosos resabios del terrorismo de Estado.
“Parte de nuestra sociedad cree que los presos en cárceles no tienen derechos, sobre todo el derecho a la dignidad», advirtió Rafecas. La cotidiana imposición a través de las redes sociales y los medios tradicionales de múltiples voces -algunas oficiales- que otorgan un valor superior a la propiedad privada por sobre la vida humana, conlleva el aval de torturas y condiciones de hacinamiento para detenidos ó presuntos delincuentes. Los videos en la vía pública ó establecimientos penales de brutales golpizas ó linchamientos son compartidos como gestos “aleccionadores” en los que efectivos de seguridad ó vecinos comunes deshumanizan al otro.

«Me siento avergonzado de ser parte en este momento de la sociedad argentina. Estamos retrocediendo a pasos agigantados en el sentido común y la dignidad que mueven las conductas y pensamientos. Nuestro presidente se manifestó a favor de una de las formas de resolver los conflictos: aquel que sale a matar cuando se ve afectado en sus intereses. Una cosa es que este en juego nuestra vida y entonces salen los instintos de conservación que tiene todo ser vivo. Pero si alguien no tiene en claro que la propiedad privada no es equivalente a la vida del otro, aunque el otro nos afecte en nuestros bienes materiales, sería como quemar todos los libros del arte, el derecho y la filosofía”, argumentó el destacado periodista y docente Vicente Zito Lema en una entrevista que le realicé en Póster Central.
Zito Lema recordó a Sigmund Freud al señalar que “si dejamos a los hombres solos se convierten naturalmente en una banda de asesinos”. En la búsqueda de deshumanización de la víctima que intentan alcanzar los que torturan ó matan, se advierte el concepto de humanización en quienes deciden ó ejecutan las aberrantes prácticas. Los viejitos con manos arrugadas y prolijos trajes oscuros que escuchan pacientes las acusaciones en su contra expresan las conductas que también pueden asumir los seres humanos. Estuvieron en las salas de torturas, encabezaron traslados de fusilamiento ó lanzaron ordenes de aniquilamiento y adquirieron en el banquillo de los acusados una profunda humanización del mal.

“En el pintor de batallas” de Arturo Pérez Reverte, Faulques admitía que no era necesaria interpelar la moral de un francotirador. Conocía “los motivos simples por los que un hombre con las dosis adecuadas de fanatismo, rencor o ánimo de lucro mercenario podía matar indiscriminadamente”.
La búsqueda de ese poder inconmensurable de hacer lo que se antoja con la vida de otro se revela en los ancianos de mirada siniestra que ostentaron el poder dictatorial y emerge también en el aval de los que sostienen que aún en Democracia, un preso puede ser sometido en un nicho de torturas “para que aprenda” o un pibe puede morir apaleado bajo sospecha de robar un celular.

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