Además de desempeñarse como director de Editorial Fundamento, fue subsecretario General de la Presidencia de la Nación y directivo de Adepa. Lo velan desde las 17 en cementerio Parque Perpetual.
“Un día un grupo grande de peronistas iba atacar Casa Radical, Don Eduardo había comprado varios morteros para defenderla. Al ver los morteros apuntándolos hacia ellos, decidieron irse».
La desmesurada anécdota refiere Eduardo Gamond, para muchos el mejor presidente que tuvo el radicalismo cordobés.
Heredero de los íntimos hábitos de la sangre, su hijo Carlos, el “Cachi”, anduvo por la vida sin medias tintas. Su latido de vivir sacudía la existencia de los que lo rodeaban.
Carlos Gamond, abogado y escribano, se desempeñó como subsecretario General de la Presidencia de la Nación de Raúl Alfonsín, y además fue directivo de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), donde presidió la Comisión de Libertad de Expresión.
Su muerte a los 69 años, tras una larga lucha, confunde en el amor y la desdicha a quienes le escuchaban repetir la misma letanía, soplara el viento desde donde fuera, “estoy en el mejor momento de mi vida”.
Optimista por vocación, gambeteaba los tropiezos, silbando una milonga.
Amigo de sus amigos, y desmesurado en la vida, escribió un capítulo para cada biblioteca, diremos apenas, para no caer en la desmesura de escribir a un hombre
“Cuando uno mira a la Argentina desde la capital al interior lo ve de una manera, cuando lo mira al revés, todo es absolutamente distinto” decía y esa era su vocación.
La noticia tenía que hablar de la gente con la que se cruzaba a diario por la calle, y ese fue su desvelo, aún internado. Desde la tapa al editorial, el diario no podía estar baldío de localidad.
«La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para alguien”, decía Turgueniev.
Esta vez la noticia es él, su muerte y su legado para la eternidad.
Aunque ésta sea tan provisional como la felicidad.
Pablo Ferrari.