Durante el tradicional Ángelus dominical, el Pontífice pidió «un cambio en nuestra vida, una conversión. Se trata de dejar a un lado las calles, cómodas pero engañosas, de los ídolos de este mundo: el éxito a toda costa, el poder en detrimento de los más débiles, la sed de riquezas, y la búsqueda del placer a cualquier precio».
En cambio, hay que «abrir el camino al Señor: no nos corta la libertad, sino que nos da la verdadera felicidad. navidad es un día de gran alegría también exterior, pero es sobretodo un evento religioso para el que es necesaria una preparación espiritual», afirmó desde la ventana del palacio Apostólico a los fieles reunidos en plaza San Pedro.
Sobre el final de su mensaje, recordó la fiesta de la Inmaculada que se celebrará el próximo jueves, día en el que el Pontífice irá a rezar a la estatua de la virgen en la Piazza Spagna de la capital italiana.