Un impredecible Trumpazo

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Así, el candidato republicano dio un «Trumpazo» que los sondeos no pudieron predecir y que muy pocos analistas se animaron a vaticinar.

Pese a que las encuestas anticipaban una elección cerrada, con apenas algunos puntos por encima en favor de la candidata demócrata, el magnate se alzó con una holgada mayoría y obtuvo 19 votos por encima de los que necesitaba para consagrarse Presidente.

Sin contar con el apoyo del Establishment, ni de los medios, ni siquiera de su propio partido -un portavoz de la dinastía Bush comunicó que sus integrantes votaban en blanco-, el empresarioobtuvo no solo las llaves del Salón Oval, sino también la mayoría en el Congreso y el Senado.

Con discursos xenófobos, misóginos y racistas, pavimentó el camino mediático que lo llevó a la victoria, y apelando a la máxima de Reagan «Hacer a América grande otra vez» (Make America Great Again), obtuvo los votos que se esperaban en los Estados de tradición republicana, pero también en los pendulares, como Ohio, Pensilvania y Florida.

Si Trump contaba con los votos rurales y representaba al estadounidense blanco medio, y Hillary era acompañada por los grandes centros urbanos ¿Cómo se explica el impredecible triunfo del primero?

Quizás a partir del «voto vergüenza» un nuevo fenómeno en la política norteamericana que ya había anticipado el ex presidente de México, Felipe Calderón. «Quien vota por Trump no lo va a decir nunca públicamente»;

Tal vez, por una interpretación sociológica errónea del voto latino, que lejos de condenar el discurso antiinmigración de Trump como se preveía, manifestó en los centros de votación sus sentimientos anticastristas y antichavistas.

En la formalidad, no será hasta el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre cuando los electores elijan al Presidente y Vicepresidente.

En los hechos, Donald Trump y Mike Pence serán investidos el próximo 20 de enero, y a esta altura, más bien poco se sabe de su plataforma política.

A partir de los discursos, América Latina infiere una pronta reforma migratoria que -más allá del muro de exlusión que desde hace años ya opera en la frontera- seguramente se traducirá en deportaciones e impactará en el volúmen de remesas -que superan los 60 mil millones anuales- que envían los inmigrantes que residen en Estados Unidos.

Se espera un viraje en las políticas de acercamiento a Cuba iniciadas por Barack Obama y la profundización de las diferencias con Venezuela, su principal proveedor de petróleo.

Por el tono proteccionista y aislacionista de sus discursos, se anticipan renegociaciones en los Tratados de Libre Comercio y el Acuerdo Transpacífico que impulsó la gestión anterior con países como Chile, Perú y México, y posiblemente el despliegue de un sistema de trabas arancelarias que entorpecerían las políticas económicas de apertura en las relaciones bilaterales que propone el gobierno argentino de Mauricio Macri.

Así las cosas, el escenario futuro está más bien marcado por la incertidumbre – y el temor- que genera la imprevisibilidad de un outsider sin carrera política, que no responde a los lineamientos tradicionales de su fuerza y que en campaña no ha dejado claramente asentada su plataforma de gobierno.

A esta altura la certeza es que todavía abrigamos la esperanza de que las repudiables expresiones de odio que marcaron la campaña política de Donald Trump – y que bien supieron conquistar las voluntades de los votantes- sean solo estrategias electorales.

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