Héctor Nallino, un ejemplo de vida

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De niño le costó mucho aprender a caminar. Pero de grande se sacó el gusto: recorrió numerosos países, y a los 80 años acaba de completar en moto el trayecto entre Colombia y su Córdoba natal.

Era el año 1936. En un hogar humilde del paraje Cuatro Esquinas, cerca de Villa María, nacía Héctor Nallino Ellena. Según cuenta, cuando era muy pequeño tuvo severas dificultades motrices. Nadie imaginaba que podría vencer con tanto vigor esa dolencia.

A los 2 años, su madre hizo una petición en la iglesia de Reducción, del sur provincial, para que su hijo pudiera caminar. En su familia se rumoreaba que “era lisiado” y sólo algún milagro podría ayudarlo. Entonces fue que su madre hizo una promesa para pedir que su hijo tuviera una vida como el resto de los niños.

Es Héctor el que cuenta que una mañana, al tiempo de cumplir esa promesa, su madre lo vio despertarse y caminar como cualquier otro niño, y avanzar hacia la calle. Como si nada. Creer o reventar, dijeron unos y otros.

Setenta y ocho años después de aquel episodio, Héctor acumula una historia larga, con su mujer y cuatro hijos, y diversos oficios.

Quizá marcado por aquel designio de infancia, además, se volvió un experto caminante. Recorrió media América, y ahora, a los 80 años, transitó 7.940 kilómetros en moto, solo, desde la Colombia donde vive hasta la casa de su hija Ana en Mendiolaza, sin ningún inconveniente ni percance de salud.

La travesía que realizó en septiembre entre Colombia y Córdoba resultó, más que una aventura, un gesto de agradecimiento por la oportunidad de llegar a esa edad con el acompañamiento de sus afectos y el cumplimiento de metas inesperadas.

De abajo

“Desde muy joven empecé a trabajar con mis padres recolectando huesos y vidrios que después vendía en Villa María. También trabajé ordeñando vacas en un tambo que tenía la familia. Después de estudiar, fui a Córdoba y empecé a trabajar en un almacén de ramos generales, y ahí pude comprar mi primera moto. Y desde entonces el espíritu de estar en movimiento nunca se detuvo”, cuenta Héctor, mientras los ojos se le vuelven llorosos y la voz parece quebrarse.

Es que su relato nunca declina en el tono de agradecimiento por haber recorrido tanto territorio cuando en su infancia y adolescencia ni imaginaba esas oportunidades. “Siempre tuve sueños de viajar y conocer otros lugares, y nunca pensé que algo sería imposible. El desafío de superar obstáculos siempre fue un motor en mi vida”, agrega Nallino.

A los 18 años, decidió emprender su primer largo viaje a Venezuela, a visitar a un amigo. Luego llegó a Colombia, conoció a su mujer, formó su familia y estuvo radicado allí por más de 20 años. Luego regresaron a Córdoba, donde se desempeñó en distintas profesiones hasta que decidieron volver a Colombia a comienzos de los ’90.

Mirar atrás

Ya consolidadas su familia y sus expectativas, Nallino inició un proceso de reconocimiento y agradecimiento que formó parte de esta travesía en moto y tuvo otros objetivos, más sentidos.

“En el transcurso de mi vida y el vértigo de las cosas que nos pasaron no había tenido tiempo de pensar y agradecer todo lo que he vivido. Por eso me propuse realizar este viaje, valorando siempre tener los pies firmes y cumplir sueños impensados luego de caminar por nuestro país, Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia”, resalta.

Aunque esta historia de recorrer a sus 80 años casi ocho mil kilómetros en moto parece increíble, Héctor fue por más.

La semana pasada, completó casi 200 kilómetros a pie entre su Cuatro Esquinas natal y los diferentes pueblos que recorrió su madre hasta llegar a la iglesia de Reducción, cerca de Río Cuarto, para pedir por su salud cuando era un niño.

Él está convencido de que sin esa historia hoy no podría contar la que cuenta.

En el camino
200 kilómetros a pie entre Cuatro Esquinas y Reducción.

Regreso a la casa natal. El 14 de octubre pasado, una semana después de arribar desde Colombia en moto, Héctor Nallino llegó a pie a su casa natal de Cuatro Esquinas. Desde Villa María, arribó al campo donde nació, y desde ahí –palo en mano y mochila al hombro– emprendió una caminata hasta Reducción. En ese lugar, hace 78 años, su madre hizo una promesa para que su pequeño lograra caminar.

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