Desde la fundación de la República Moderna Turca en 1923, que instauró el laicismo reformador del llamado «padre de los turcos», Mustafa Kemal Atatürk, Turquía ha sufrido cuatro golpes de Estado, incluyendo la fallida intentona del pasado viernes 15 de julio.
Así como sucedió décadas atrás, en esta oportunidad, una facción del ejército turco, auto proclamado como «Guardián del laicismo», quiso frenar con tanques el avance del Islamismo en Turquía e intentó derrocar al Presidente Recep Tayyip Erdogan «para restablecer el orden constitucional y el Estado de Derecho de la nación».
Erdogan, que cuenta con una vasta carrera política – Antes de ser Presidente fue alcalde de Estambul desde 1994 hasta 1998, y asumió como Primer Ministro en 2003 tras conformar el AKP- desde los últimos años es denunciado por virar del laicismo al islamismo por un lado, y de avanzar hacia el presidencialismo por encima del sistema parlamentario turco, por el otro.
Formado en una escuela islamista, de joven militó en el movimiento islamista de Turquía. Como Presidente, condenó a Israel por la guerra a Palestina y ha respaldado a la oposición islamista que enfrenta al régimen de Al Asad en Siria.
Así Erdogan cuenta con el apoyo de las bases turcas y adhesión en Medio Oriente.
Para la facción de las fuerzas que encabezó la rebelión militar, Erdogan es un político islamista que ha llegado al poder para fortalecer la figura del presidente negando la herencia secular de la República de Turca, y por esto debe ser derrocado.
Pero el golpe de Estado resultó una intentona golpista,y pese a que el AKP es acusado de autoritario y de perseguir a periodistas, políticos y jueces, la ciudadanía y el parlamento rechazaron el levantamiento y respaldaron all gobierno de Democrático.
Al tiempo que los militares tomaban los medios de comunicación, como radio, televisión e internet para decir al mundo que habían triunfado en la toma del poder, Erdogan llamaba a la ciudadanía por videoconferencia a salir a las plazas y aeropuertos del país a defender al gobierno.
«Nunca he creído en un poder mayor que el poder de la gente», dijo. La gente salió a las calles y las imágenes de hombres de a pié interponiéndose al avance de los tanques recorrieron el mundo.
Pero por sobretodo, fue el despliegue de las facciones leales al gobierno lo que permitió finalmente neutralizar el golpe.
Según se dio a conocer, el levantamiento no contaba con el aval de todas las fuerzas, ni siquiera con el apoyo de los altos rangos.
Con el correr de las horas, Erdogan acusó a su antiguo aliado, el clérigo Fetulá Gülen,
ahora exiliado en Estados Unidos, de ser la cara detrás del golpe; Instó a Washington a su extradición e insinuó que el país del Norte pueda tener alguna injerencia en el levantamiento. Obama respaldó públicamente al gobierno democrático de Turquía, aunque pidió a las autoridades turcas presentar pruebas sobre las responsabilidades de Gülen. «Se tensan las relaciones bilaterales entre ambos países», sostienen los analistas.
A esta altura se sabe, según informaciones oficiales, que el fallido golpe dejó como saldo más de 200 muertos y alrededor de 6 mil detenidos (entre ellos militares y jueces);
Se desprende que la intentona habilita al gobierno a la purga de la última facción laicista de las fuerzas turcas,
y se cree que la resistencia ha fortalecido a la figura del Presidente, pero…
¿Está garantizada la estabilidad de la Democracia?