Con el triunfo electoral de Juan Manuel Llamosas, Río Cuarto vuelve a ser gobernada por un hombre del Justicialismo, por segunda vez en 33 años, desde la restauración de la democracia.
Tras la Intendencia de Alberto Cantero Gutiérrez, que sólo se mantuvo durante un período, el radicalismo recuperó el Sillón de Mójica en plena gestión kirchnerista y lo retuvo, durante tres períodos más.
Ahora, como por aquel entonces, con un calendario electoral desdoblado, Río Cuarto imperial eligió nuevo mandatario con independencia del color nacional.
En estas elecciones, planteadas como el primer test electoral de Mauricio Macri, el oficialismo, pese a conformar el mismo frente que arrasó con el 72% de los votos en la ciudad en la segunda vuelta presidencial, no pudo o no supo instalar a su propio candidato local.
Así las cosas, la voluntad de los electores no se explica exclusivamente desde el triunfo del PJ, sino que más bien obliga a analizar las causas de la derrota del Frente Cambiemos; porque pese a que el candidato Eduardo Yuni se dio por vencido a título personal cuando dijo «el que perdió soy yo y nadie más», el resultado además vislumbra el descontento y desgaste de la gestión de Juan Jure y un desencantocon los primeros seis meses de la gestión de Macrista; porque ni el respaldo de los ministros de primera línea del gabinete nacional, ni el llamado al electorado del propio Presidente, fueron suficientes para trasladar el caudal de votos a la contienda local.
Pero además, las elecciones pusieron de manifiesto cierta apatía política. Por un lado, por la baja participación en los comicios, que apenas alcanzó un 67%. Uno de cada tres riocuartenses no asistió a las urnas pese a que se trataba de elecciones locales (enmarcadas en una jornada de inmejorables condiciones del tiempo).
Por otro lado, a partir de la consagración del Partido Respeto como tercera fuerza. Un partido que se valió de la negación de la política tradicional para alzarse con dos bancas en el Concejo; no sólo por el énfasis puesto al carácter No Gubernamental de las fuerzas que lo componen, sino también por la originalidad en las actividades proselitistas, que pusieron el celo por ganar adeptos más en el trabajo artesanal en espacios públicos, que en el desarrollo de una plataforma política.
Por último, entre las seis fuerzas políticas restantes se ubicó el 12% del electorado (unos 10 mil 500 votantes), que así distribuido, se quedó sin representación en el Concejo.
El resultado de estas elecciones no solo llama a los partidos políticos a pensarse puertas adentro, sino que además invita al sano ejercicio de repensar el sistema electoral (avanzar en la posibilidad de separar Intendente de Concejales e incluso establecer el orden de preferencias), y su mecanismo de distribución proporcional (que se aplica como tal, recién a partir de garantizar la mayoría absoluta a la fuerza ganadora) para acercarnos así al multipartidismo y, sin sacrificar gobernabilidad, al ideal parlamentario de representar en el recinto, casi como reflejo de un espejo, la pluralidad del entramado social.