Por Vanina Cacace – “Las fotos muestran una jauría callejera en Av. Marcelo T. de Alvear y Mozart el sábado a la mañana. 10 perros sueltos poniendo en peligro a los peatones y el tránsito, casi causan un accidente”. Este es el relato de María, una mujer que escribe a la sección Periodismo Ciudadano, como en otra edición de Telediario, una señora cuenta a través de WhatsApp que “iba en moto y casi me muerde un perro en el centro».
Si usted es proteccionista y está leyendo esto seguramente dirá “otra vez quejándose de los pobres perros de la calle. Ellos no tienen la culpa”.
Yo también me declaro proteccionista y me he formado como adiestradora canina.
¡Claro que los pobres animales no tienen la culpa!, pero el tema es más amplio: es un problema de salud y seguridad pública. La señora que mandó la foto de la jauría tiene razón en temer un accidente y la mujer que va a trabajar en moto ¿qué hace si el animal la muerde?, la situación puede terminar hasta en una tragedia.
Los animales responden a su instinto al agruparse en jaurías. Correr y morder es parte de su instinto de presa, al que se le suma el estrés que les causa vivir en la calle.
Es que los perros no son para estar abandonados a su suerte en las calles. El perro se domesticó a cambio de comida y cuidado por parte del amo. Una especie de PACTO entre el animal y el humano. Los perros debieran tener un amo y cumplir diferentes funciones como la compañía, la seguridad o la guardia, la búsqueda y el rescate de personas o la detección de drogas o explosivos; en fin, el trabajo para el que se los entrene.
Pero el pacto roto y violentado cada vez con más frecuencia los condena a los animales al abandono, a la enfermedad y a la agresión como respuesta a un medio que les es hostil.
Cada hembra abandonada puede tener aproximadamente quince crías al año. ¿Cuál será el destino de esos animalitos? La respuesta es dura: a ellos les espera la muerte o en engrosar la lista de los ya más de 150 que esperan adopción en el centro de reinserción municipal. Las proteccionistas tratarán de contener algunos hasta darlos en adopción, pero la mayoría quedará librado a una relación que perjudica al perro y al humano.
El debate es amplio y cada vez más urgente. Esta es mi opinión y una expresión de deseo: Tenencia responsable y políticas de Estado en serio. Así no sirve la declaración de ciudad no eutanásica. Porque en definitiva, a la eutanasia la aplica la calle.