Cada pared de lo que fue aquel edificio donde funcionó el D2 revela momentos terribles y plagados de angustia. Hoy, cerca de cumplirse 40 años del último golpe militar, esos muros, que se convirtieron en parte del Archivo Provincial de la Memoria, siguen teniendo mucho por contar.
“Pasé por acá, por todo este pasillo, ya a esta altura del partido iba totalmente encapuchado hasta que me llevaban para aquella parte y ahí me ubican en un banco de cemento, de material… ahí estaba sentado yo, y ahí por el roce con los compañeros era mucha gente acá. Por los roces y quejidos yo sabía que eran muchos” (…)
En marzo de 2007 víctimas y familiares de desaparecidos derribaron el muro que intentaba disimular y distorsionar el espacio que había sido destinado a lo peor. Detrás de esa pared siniestra funcionaba el Departamento de Informaciones D2, uno de los actores principales de la red de Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio llevado a cabo de manera sistemática por la última dictadura militar instaurada entre 1976 y 1983 en Argentina.
Sin embargo, las pesadillas abrigan a este edificio, ubicado en pleno Pasaje Santa Catalina, desde mucho tiempo atrás. En estas casonas funcionaron a principios del siglo XX dependencias policiales encargadas de la persecución ideológica y política, y luego los Comandos Libertadores de América y la Triple A. Actualmente, la construcción forma parte del Archivo Provincial de la Memoria, un lugar que resguarda la verdad, los recuerdos y también el pedido de justicia.
La memoria del terror
Las fotos se bambolean al ritmo de la brisa. Son las fotos de los jueves, esas imágenes con los rostros de aquellos hombres y mujeres desaparecidos o asesinados, y que junto a dos grandes huellas dactilares que contienen sus nombres, marcan el ingreso a esta casona.
La experiencia de recorrer este lugar eriza la piel al ver las paredes descascaradas y la pintura verde aún presente, las aberturas un poco carcomidas y el calor húmedo que todavía está presente. Y es que allí se manifiesta en carne viva las historias de las 20 mil personas que fueron detenidas en el D2.
“La gente se ha quedado con el olor del lugar, con las campanadas de la Catedral, con las escaleras, los bancos de cemento. Por eso hemos dejado que los rincones queden así, como eran antes”, asegura María Eleonora Cristina, directora del Archivo Provincial.
Estos sitios son descritos en los propios términos de las víctimas, y pueden leerse en los testimonios recuperados que figuran en distintos acrílicos sobre los muros.
Así, los textos hablan de los escalones de la entrada, de los dos patios, de los dos calabozos, que siguen plagados de grafittis con nombres de los presos; de las oficinas; del lúgubre, asfixiante y húmedo sótano por el que sólo entra un ínfimo hilo de luz, y del “tranvía”, una especie de “sala de espera” antes de las torturas.
El D2 funcionó en este edificio, al lado del Cabildo, hasta 1977. En julio de ese año se trasladó a Vélez Sarsfield y Fructuoso Rivera en las dependencias de lo que era la comisaria décima.
Desde 1978 hasta 1983, la sede del D2 estuvo en la esquina de Mariano Moreno y Caseros, el que también se utilizó como Centro Clandestino de Detención y Tortura. Paradójicamente fue el lugar donde los exdetenidos debían firmar la “Libertad Vigilada”.
Una huella que resignifica e interpela
En diciembre de 2006 fue sancionada la Ley de la Memoria 9.286 que estableció la creación de la Comisión y el Archivo Provincial de la Memoria, y su emplazamiento en el edificio del ex D2.
Luego de dos años de investigación y recopilación de testimonios, se inauguró en 2008 el “Museo de Sitio”, en el mismo lugar donde las víctimas reconocieron haber sido detenidas y torturadas. Hoy el Archivo se eleva como una resignificación simbólica del ahora y también de que lo vendrá.
“Hay algo que tiene que ver con la memoria como país; siempre pensamos en la memoria en términos amplios. En este aniversario me pregunto para qué hago este trabajo, y mucha gente me dice: ‘Ustedes están todo el tiempo trabajando con el pasado’. Y ahí hay una equivocación muy grande. Nuestra apuesta es a la consolidación de la democracia y al futuro. El pasado nos sirve de aprendizaje”, comenta la Directora del Archivo.
Junto al Campo de La Ribera y La Perla, este espacio forma parte de un testimonio histórico de Córdoba que invita a pensar y no olvidar. Así, lo sostiene, Cristina cuando reafirma, que “la importancia de los espacios de la memoria es que permiten atar un hilo entre el pasado, el presente y el futuro. Porque hay algo que tiene que ver con la justicia transicional, la reparación del daño a las víctimas pero también la reparación del daño a toda la sociedad”.
Derribando olvidos
El Archivo Provincial de la Memoria ofrece un sinfín de rincones para recorrer. Además de los rincones que se han mantenido en su estado original, hay otros que han sido refuncionalizados como la sala “Escrache”, donde se expone a los represores que formaron parte del grupo operativo que actuó en el D2; la sala ”Identidad” con historias de vida de las mujeres que estaban embarazadas al momento de su detención; “Vidas para ser contadas”, donde se reúnen álbumes, textos, fotos, objetos, música, relatos orales, que permiten recordar a las víctimas y la Biblioteca de Libros Prohibidos de la época.
Está abierto al público de martes a viernes de 10 a 18 horas. Su sede se localiza en pleno centro de la ciudad de Córdoba, entre el Cabildo y la Plaza San Martín en el Pasaje Santa Catalina 66. El ingreso es libre y gratuito.
La ex Cárcel de San Martín
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