Homicidio calificado, por el concurso premeditado de dos o mas personas agravado por el uso de arma de fuego
Lo que eleva pena a perpetua
En el inicio del juicio por el crimen de Jorge Alexis Rodríguez, ocurrido en agosto del 2014 y que provocó un brote de xenofobia contra familias bolivianas en el barrio de Las Delicias, declaró Silvio Acosta, el joven que fue testigo presencial del brutal episodio.
Acosta señaló a Telediario que «a Jorge le pegaron dos veces esa misma noche y eran como seis los agresores». Además, recordó que la jornada del crimen iba en la moto con la víctima cuando fueron interceptados por los presuntos homicidas.
«Le pegaron como 20 minutos en el piso y tiraban tiros para todos lados. Yo me defendí como pude», afirmó el testigo.
«Nosotros no le tocamos nada, no robamos nada. No sabíamos por qué nos pegaban. Si creían que les habían robado tendrían que haber hecho una denuncia», enfatizó.
Para el abogado defensor Federico Guerrieri, el testimonio de Acosta «tiene muchas inconsistencias y contradicciones» y señaló que «en sus tres declaraciones ante la Justicia nunca dijo lo mismo».
El letrado precisó en diálogo con Teledairio que «Rodríguez murió por el impacto de una bala calibre 9mm y la pistola nunca fue secuestrada». Agregó que «inmediatamente después de la detención, se efectuaron las pericias de dermotest a los imputados y en todos los casos dio negativo».
Por el homicidio están imputados Sebastian Fioramonti, Luis Guerra y Mario Guevara. Además, está acusado un joven de 18 años que era menor de edad cuando se produjo el violento episodio.
El padre de la víctima dijo en diálogo con Telediario que esperan «que haya Justicia» y resaltó que los autores «fueron entre 10 y 12».
Brote de xenofobia
Tras el homicidio de Rodríguez, un grupo de vecinos inició acciones de segregación contra residentes bolivianos y muchas familias debieron abandonar el lugar. Hubo saqueos de viviendas y amenazas para las víctimas de los actos de discriminación.
La tranquilidad llegó al sector tras una fuerte intervención policial y la firma de un acuerdo de convivencia impulsado por Juan Rodríguez, hermano de la víctima fatal.
«Los referentes de las partes involucradas se comprometieron a detectar, prevenir y ayudar en la solución de los conflictos, con especial atención a lo que refiere a la contención de los jóvenes integrantes del barrio. Aseguraron que buscarán estar más unidos y que se comunicarán de modo colaborativo y cordial usando como espacio neutral la sede de la Vecinal del Barrio Las Delicias», indicaron desde la Defensorìa del Pueblo.
Durante los momentos de mayor tensión, 23 personas resultaron detenidas. Por los actos de vandalismo, la Fiscalía de Primer Turno ordenó varios allanamientos en los que se secuestraron varios elementos denunciados por las víctimas, “entre los que aparecen electrodomésticos, dvds, lavarropas, ventiladores, herramientas y ropa”
“Por estos hechos, se produjo la detención de 7 personas, 6 hombres y una mujer, acusados de coacción calificada, quienes fueron trasaldados a la Cárcel”, enfatizó.
Otras 12 personas fueron detenidas por infracción al Código de Faltas y están acusadas por escándalo y portación ilegal de armas. Durante los operativos fue secuestrada una pistola calibre 22 relacionada al homicidio y otra arma tumbera.
Crónica de un día agitado: brote de xenofobia en Las Delicias
Con la beba en brazos, su mujer cargaba una muda de ropas envuelta con una sábana, mientras él ayudaba a subir una cocina entre los muebles apilados con la urgencia del miedo. Una hora antes habían solicitado un camión de mudanza para huir de la violencia que los tuvo en vilo durante más de 72 horas. Residen sobre el pasaje a metros del puente que une el barrio con Alberdi, donde un grupo de jóvenes encapuchados los amenaza con palos y piedras, mientras lanzan consignas xenófobas. Detrás de la vivienda, un niño con la camiseta del Barcelona juega entre las piernas de los infantes que custodian la barriada. Durante la mañana fue a clases y un compañerito le dijo: “ustedes se tienen que ir porque matan gente, pero te podes venir a mi casa”.
Las familias bolivianas se mueven en grupos, buscando protegerse de una venganza inútil, signada por la segregación. Mientras crecía la tensión en las calles, María llegó hasta el sector para ayudar a su hermana a cargar sus pertenencias en un éxodo enloquecido. “A nosotros no nos regalaron nada, pagamos cada centavo. Trabajamos para vivir y a esta gente no le importa el muerto. Nos quieren robar, nada más…”, señala entre lágrimas.
En la esquina, de calle Colombia, un joven teñido de rubio y con la camiseta de Boca, se lanza furioso contra ciudadanos bolivianos que piden frenar la violencia. “Vayansé hijos de puta… son abuso… como van a matar…. Mierda los vamos a hacer”, expresa con los ojos enrojecidos ante un grupo de chicos desarmados. Otros jóvenes respaldan la violenta actitud con gestos amenazantes. Levantan palos ante la vista de todos y la ausencia policial. Se escucha el impacto de algunas piedras y el miedo se percibe entre los vecinos. La mayoría no fue a trabajar ni envió a sus hijos al colegio. Quieren recuperar la normalidad, pero se quedan mirando absortos el desenlace de otra jornada de tensión.
Una puerta se rompe y otra vez gritos. Una mujer boliviana corre hacia su casa, pero ya es tarde. Adolescentes ingresaron a la unidad habitacional y en solo minutos se llevaron lo que pudieron. La vecina estaba ayudando a sus pares en la huída del sector y lo perdió todo. Al llanto desconsolado se suman otros residentes bolivianos que le piden calma. “Se llevan chucherías esas mierdas… es plata nomás”, le dice una joven embarazada. Minutos después se sienta a la par de la puerta destrozada y también llora.
La Policía busca mediar entre los vecinos y no se observan funcionarios políticos. En la Defensoría del Pueblo avanza un diálogo, que en el barrio muchos desconocen.
Una decena de familias ya habían huido, otras esperaban el tiempo para hacerlo. Un hombre sigue internado por una violenta golpiza tras el crimen y su mujer teme más represalias. “Nunca vimos nada igual”, le relata un periodista a su compañero de tareas. Una sexagenaria asiente mientras se toma la frente. El sol se escurre entre el humo de las cubiertas que impiden el tránsito sobre el acceso norte y hay miedo por el arribo de la noche. Están cansados, pero nadie espera dormir. El crimen que desató la ira generó otras secuelas tan violentas y serviles como el dictamen de una bala.