La fuerte movilización de habitantes que denuncian que casi la mitad de su población muere por cánceres generados presumiblemente por los agrotóxicos, motivó que el municipio entrerriano de San Salvador convocara a especialistas de las universidades de Rosario y de La Plata para realizar un estudio epidemiológico-ambiental.
Según una estadística elaborada por los vecinos autoconvocados «Todos por Todos», el 43,3 por ciento de los fallecidos entre 2010 y 2013 murieron como consecuencia del cáncer, cuando el promedio nacional oscila entre el 18 y el 20 por ciento.
Además, en lo que va del año 15 personas ya murieron como por esta patología, cuando en todo 2013 fueron solamente 19, aseguran.
«Acá está pasando algo. Lo que no hay son pruebas médicas porque hasta ahora no había científicos y autoridades que avalaran esta lucha de vecinos independientes», aseguró a Télam Andrea Kloster, integrante de «Todos por todos» que se involucró con el tema tras la muerte de una amiga de un «tumor cerebral fulminante», que la mató en pocos meses.
Para Kloster, la causa es medioambiental: «si estamos en un pozo, con las industrias arroceras dentro de la ciudad, y rodeados de campo, esto es inevitable. Porque si los agrotóxicos son tan dañinos, ¿cómo no te va a perjudicar?».
«Han tirado de todo en nuestras tierras y sin protección, por ignorancia», agregó.
Conocida como «Capital Nacional del Arroz», San Salvador es una localidad de 13.200 habitantes del centro este de Entre Ríos.
En los últimos años, el cultivo de arroz ha perdido mucho terreno en beneficio de la soja. Y tanto uno como otro cereal requieren ser tratados con gran cantidad de pesticidas y herbicidas (con el glifosato a la cabeza), que en el campo de cultivo se pulverizan a través de aviones fumigadores o de tractores «mosquito», que no siempre respetan la prohibición de circular sólo a partir de los 400 metros por fuera del casco urbano.
Por otro lado está el polvo blanco cargado de agroquímicos que eliminan constantemente los molinos arroceros al secar el grano -o separarlo de la cascarilla-, que los vecinos tocan y respiran.
Particularmente grave parece ser la situación en el barrio Centenario, un sector de cinco manzanas levantado en terrenos que antes ocupara una antigua pista de aterrizaje de aviones fumigadores, con sus respectivos hangares: además de cargar y lavar allí las avionetas, los vecinos aseguran que en una época se enterraban los tachos, contaminando aún más las napas.
Alertados por lo que veían a su alrededor, los vecinos comenzaron a organizar marchas a fines de 2013 que se repitieron cada siete o 15 días, hasta que obtuvieron la primer respuesta del Municipio: la conformación de una mesa ambiental.
El siguiente paso dado por las autoridades fue el encargo de un estudio epidemiológico-ambiental: entre el lunes y el miércoles de la semana pasada, un equipo de 25 personas, entre médicos y estudiantes del último año de la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), encuestaron una de cada cuatro casas, indagando cuestiones como enfermedades y causas de muerte de sus habitantes en los últimos 15 años.
El coordinador del relevamiento epidemiológico y jefe de la práctica final de la carrera, Damián Vercenassi, explicó a Télam que ya se han realizado encuestas similares en otras 21 localidades de cuatro provincias.
«Lo que estamos viendo en estos lugares es un cambio en las formas de enfermar y de morir «, dijo a Télam.
Los campamentos sanitarios mostraron «un aumento de las enfermedades endocrinas, respiratorias y alérgicas», mientras que «la causa de muerte que aparece con mayor fuerza, es el cáncer», aseguró.
Por su parte, el coordinador del relevamiento ambiental, el doctor en ciencias exactas y profesor de la cátedra de Química Ambiental de la Universidad de La Plata Daniel Marino, aseguró que «el vecino que vive en el lugar hace observaciones de una calidad muy importantes», que en la mayoría de los casos terminan siendo corroboradas por los estudios científicos.
Según explicó, el relevamiento realizado con un grupo de estudiantes consistió en «un recorrido por todo el pueblo para ver cómo es la geografía, la distribución de los galpones y de los tanques de provisión», seguido de un monitoreo del agua de consumo, de los arroyos, las partículas dispersas en el aire y el suelo de los espacios públicos.
Antes incluso de llegar a San Salvador, ya tomaron nota de «una gran masa de partículas sobre el pueblo», que el equipo detectó desde la ruta, cuando ingresaba a la localidad.
Los resultados finales del diagnóstico, producto del entrecruzamiento de los datos epidemiológicos y ambientales, estarían listos en 4 a 6 meses, según explicaron ambos especialistas.
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