Galeano fue sin duda uno de los cronistas de trayectoria más incisiva, inteligente y creadora de América Latina. Su producción, traducida a más de veinte lenguas, es una perpetua y polémica interpretación de la realidad del continente.
Escritor emblemático de una época forjada entre sueños revolucionarios, el uruguayo Eduardo Galeano supo plasmar en sus escritos ese viento que sacudió a más de una generación comprometida en la lucha por un mundo mejor, en pos de ese hombre nuevo vaticinado por el Che.
El autor de «Las venas abiertas de América Latina» falleció hoy en el sanatorio Casmu de su ciudad natal luego de una larga enfermedad por la que se encontraba internado en la capital uruguaya, informaron a Télam allegados a la familia.
Con un ideario de izquierda que lo llevó desde muy joven a recorrer los poblados de su patria como integrante de la juventud socialista, el autor de «Memoria del fuego» -donde hace una recuperación de las raíces indigenistas- y «Las venas abiertas de América Latina» -dos de sus libros más famosos, traducidos a varios idiomas- desbordó ampliamente los límites de la literatura.
Cronista de su tiempo, Galeano mantuvo a lo largo de toda su vida, su denuncia contra todo tipo de injusticias, incluso en el nuevo siglo hizo suyas las consignas ecologistas para frenar el deterioro del planeta y no titubeó en denunciar a las pasteras que contaminan las aguas en su querido país.
Para él siempre fue importante la recuperación del pasado pero también el futuro, la incertidumbre frente a un mundo donde se enseñorea la pobreza, sumado al tema de las grandes migraciones de personas en el continente que deambulan sin rumbo fijo, expulsadas de sus lugares de origen.
La visión de una América Latina unida frente a la adversidad, fue una señal de esperanza y se vio reflejada en su narrativa que se remonta a títulos como «Los días siguientes» (1963), los relatos de «Vagamundo» (1973), «»El libro de los abrazos» (1989), «Patas arriba. La escuela del mundo al revés» (1998) y una carta al futuro -escrita en 2011- que sintetiza sus anhelos.
«Nos estamos quedando sin mundo. Los violentos lo patean, como si fuera una pelota. Juegan con él los señores de la guerra, como si fuera una granada de mano; y los voraces lo exprimen, como si fuera un limón. A este paso, me temo, más temprano que tarde el mundo podría no ser más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma», advierte.
«(…)Yo le pido, nosotros le pedimos, que no se deje desalojar. Para estar, para ser, necesitamos que usted siga estando, que usted siga siendo -apunta-. Que usted nos ayude a defender su casa, que es la casa del tiempo».
Eduardo Germán Hughes Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940, era hijo de Eduardo Hughes Roosen y de Licia Ester Galeano Muñoz, de quien tomó el apellido para firmar como escritor o periodista.
Cuando era un adolescente comenzó a publicar caricaturas para El Sol, un periódico socialista en Uruguay, con el seudónimo de «Gius», también fue obrero en una fábrica de insecticidas y pintor de carteles entre otros oficios, a pesar de provenir de una familia de la clase alta.
Se inició como periodista a comienzos de 1960 como editor del semanario Marcha y del diario Época luego del golpe de Estado en su país del 27 de junio de 1963 fue encarcelado y posteriormente se instaló en la Argentina.
Una década después fue el director de la revista cultural y política Crisis, fundada por Federico Vogelius (1919-1986): «Fue un largo acto de fe en la palabra humana solidaria y creadora (…) Por creer en la palabra, en esa palabra, Crisis eligió el silencio. Cuando la dictadura militar le impidió decir lo que tenía que decir, se negó a seguir hablando», dijo al cierre en agosto de 1976.
Ese mismo año, su nombre integró la lista de condenados por la dictadura militar argentina, presidida por Jorge Rafael Videla, y viajó a España. Allí escribió la trilogía «Memoria del fuego» (Los nacimientos, 1982; Las caras y las máscaras, 1984, y El siglo del viento, 1986) donde revisita la historia del continente latinoamericano.
El uruguayo estuvo casado con Silvia Brando, con quien tuvo una hija, Verónica Hughes Brando; luego, con Graciela Berro Rovira, con quien tuvo dos hijos: Florencia y Claudio Hughes Berro y por último con Helena Villagra.
En 1985 regresó a Montevideo cuando Julio María Sanguinetti asumió la presidencia del país por medio de elecciones democráticas, junto a Mario Benedetti, Hugo Alfaro, entre otros funda el semanario Brecha. Y luego su propia editorial El Chanchito.
Además, integró la «Comisión Nacional Pro Referéndum» (entre 1987-1989), constituida para revocar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, promulgada en diciembre de 1986 para impedir el juzgamiento de los crímenes cometidos durante la dictadura militar en su país (1973-1985).
En enero de 2006, Galeano se unió a figuras internacionales como Gabriel García Márquez, Mario Benedetti, Ernesto Sabato, Thiago de Mello y Carlos Monsiváis, en la demanda de soberanía para Puerto Rico. Además firmaron en la proclamación de independencia del país.
En 2007 le diagnosticaron un cáncer de pulmón pero fue operado rápidamente y el diagnóstico precoz hizo que no tuviera ninguna secuela de esa enfermedad.0
El presidente venezolano Hugo Chávez -en abril de 2009- entregó una copia de «Las Venas Abiertas de América Latina» -libro que fue prohibido en su momento por varias dictaduras latinoamericanas- al presidente estadounidense Barack Obama durante la quinta Cumbre de las Américas, celebrada en Puerto España, Trinidad y Tobago.
Por su obra, Galeano fue galardonado con el Premio Casa de las Américas 1975, 1978; Premio del Ministerio de Cultura del Uruguay 1982, 1984, 1986, American Book Award 1989, Premio Stig Dagerman 2010 y Premio Alba de las letras 2013.
En ocasión de recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana en 2001, el escritor dijo: «He amado a esta isla de la única manera que es, digna de fe, con sus luces y sombras», mientras que el jurado definió con certeza al escritor y periodista como «un recuperador de la memoria real y colectiva sudamericana y un cronista de su tiempo».