Las cosas, con el tiempo, van perdiendo su sentido original. Se crean con un fin y al pasar los años, se aplica a otra cosa totalmente diferente. Por eso suponemos que la Sra. presidenta nos dice una y mil veces que «hay que profundizar los cambios» Pero cambiar ¿qué? No hemos visto un plan de acción y algo concreto sino simplemente las cosas se van haciendo a los «ponchazos» Pero suena lindo la frase de cambiar.
Eso nos recuerda el origen de los perfumes de lo que hoy es una industria multimillonaria. Nos remontamos a varios siglos atrás y nos ubicamos en Europa. La gente era sucia, muy sucia. Es que no se tenía agua corriente y hasta diríamos ni agua. Los baños eran semanales y/o mensuales y tal vez según la temporada. El sentido del olfato estaba bastante atrofiado. Todo hasta que alguien pensó en cambiar eso agregándole un aroma diferente a la mugre. Así nació el perfume especialmente francés. Con seguridad, no queremos pensar en la mezcla de transpiración de varios días, con perfume. Entonces las mujeres casi se «bañaban» en aromas varias.
Las novias portaban un ramo de flores en su mano, no como sentido de fragilidad sino a fin de refugiar la nariz entre el perfume de las plantas. Hoy ya no es necesario tanto uso de perfumes artificiales, aunque… bueno depende. Son cosas de laboratorio a fin de cambiar la realidad… de aquella época. ¿Y ahora? Los datos económicos de «fumigan» de perfumes y apestan. Si solo se mostrase lo verdadero, no seria necesario usar artificios.
¿Y que hacemos con los «perfumistas»?
Atentamente
Juan R Bell
92061605
Rio Cuarto