Este martes comenzará el juicio por el doble crimen de Dianne Semidey, de 49 años, y el cordobés Jesús Jacinto Leiva, de la misma edad. El único imputado es Jorge Juan Leiva, hermano de una de las víctimas.
16 años de impunidad podrían hallar el final, cuando este martes comience el juicio por el doble crimen de la norteamericana Dianne Semidey y el cordobés Jesús Jacinto Leiva, quienes fueron hallados calcinados en un paraje rural cercano a Achiras.
Cuando la causa parecía destinada a la prescripción y el olvido, la hijastra del único imputado en el banquillo, Jorge Juan Leiva, advirtió sobre lo que había escuchado y no podía ocultar. También apuntó a la esposa de Leiva quien permanece prófuga.
El tribunal que juzgará a Leyva estará presidido por la jueza Nora Sucaría de la Cámara Primera del Crimen y las vocales Lelia Manavella y Virginia Emma.
La denuncia que libró el caso de los archivos tribunalicios, fue realizada en el 2012 en la fiscalía de Javier Di Santo. La mujer brindó datos reveladores para reiniciar la investigación a solo un año de que se produzca la prescripción del caso.
El hecho había conmocionado a la ciudad y alcanzó repercusión internacional. Debido al estado de los cadáveres, pasaron dos meses del hallazgo hasta que se pudiera determinar la identidad de las víctimas. La sospecha surgió cuando la embajada de Estados Unidos emitió un alerta solicitando datos del paradero de una ciudadana norteamericana oriunda de New Jersey que a fines de 1998 había viajado a Río Cuarto junto a su pareja.
Los esposos habían llegado a Río Cuarto para abrir un restaurante que denominaron New Jersey, que dejó de funcionar en enero de 1999, en coincidencia con la fecha en que fueron asesinados.
En la investigación, el fiscal Di Santo sostuvo que Jorge Leiva y su esposa recurrieron a la colaboración de tres asiduos concurrentes a su vivienda. Se trata de Gustavo Gallego (alias “Doña Jovita” o “Palito”), ya fallecido, y dos mujeres chilenas, Candy y Rosa Orellana.
Para el fiscal, Jorge Leiva había simulado un viaje a las sierras para dejar solas a sus víctimas con los autores materiales del hecho y tras el doble homicidio, se ocupó personalmente de los cuerpos.
La Justicia tiene ahora la oportunidad de corregir otro capítulo negro de crímenes impunes. El tiempo, ya se sabe, es un mal augurio para la memoria colectiva y la efectividad judicial.