Nydia Faraht decidió enseñar poesías y cuentos a detenidos de la Unidad Penitenciaria y las historias crecieron, aún después de recuperar la libertad. La docencia que busca un espacio de libertad.
Inmersa en un estado de soledad, Nydia Faraht decidió enseñar poesías y cuentos a detenidos de la Unidad Penitenciaria en busca de una caricia en el alma.
Las historias crecieron aún después de recuperar la libertad y la docencia se convirtió en la oportunidad para los que buscan un espacio de libertad.
“Después de un momento personal de mucha soledad, hacia fines de 1998 un amigo me invitó a generar un espacio para los internos. Mi primer respuesta fue que no. En febrero de 1999 me vuelven a convocar para los talleres literarios y me di la posibilidad. Esa fue la apertura para otros nuevos horizontes, en una aventura de voluntad y coraje”, recordó.
Nydia dijo que fue a la Unidad Penitenciaria Número 6 “para cumplir y no volver nunca más”,
“Lo que sucedió es que no salí más. Al ver esos escritos que nacen de la soledad, el silencio, el moho, los ruidos sórdidos, la angustia, la congoja y el dolor más íntimo del ser humano me movilizó muchísimo”, expresó.
Añadió que “todos estamos prisioneros de alguna manera, en algunos casos con una prisión material y para otros, con dolores internos menos franqueables que una cárcel”.
“No enseño, acompaño en el taller literario. Las técnicas no existen. Van sacando lo que van haciendo, generalmente, en forma de poesías. Después se pueden cambiar palabras, llevarlas a otro plano, con figuras sensoriales de distinto tipo”, argumentó.
La docente resaltó que “cada semana, los internos esperan ese día en el que encuentran la libertad intelectual y espiritual, es un encuentro del alma”