Techo renovó su nombre y con ello su modalidad de trabajo. Desarrollo comunitario y urbanización de asentamientos informales, entre sus prioridades más recientes.
Por Gerónimo Mariño
A pesar de haber surgido en Chile hace 17 años, Techo pudo trascender la cordillera de los Andes posicionándose en distintas regiones de Latinoamérica. En el caso de nuestro país, llegó en el año 2003 a partir de la construcción de las primeras cuatro viviendas de emergencia en la provincia de Córdoba -en la ciudad de Jesús María más precisamente-. Actualmente, la ONG cuenta con oficinas en Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe, Salta, Corrientes, Misiones, Chaco, Neuquén y Río Negro.
Desde su arribo a la Argentina, la organización reestructuró su nombre y objetivos estratégicos en varias oportunidades. Consultada por Telediario Digital, Suania Cereceda -directora de Comunicaciones de la ONG- aclara: “Originariamente, fuimos `Un techo para Argentina´. Después trabajamos 10 años como `Un techo para mi país Argentina´. Finalmente, hicimos un último cambio de marca y quedó `Techo´ solo. Este cambio de nombre tiene que ver con un cambio organizacional (…) Esta vez, nos alineamos a toda la Latinoamérica y renovamos nuestro modelo de trabajo”.
Modalidad de trabajo de Techo
En la actualidad, Techo no solamente se dedica a la construcción de viviendas de emergencia en asentamientos informales. También se ocupa de paliar las necesidades de sus vecinos a través de distintos planes asistenciales, al mismo tiempo que aspira a urbanizar dichos terrenos integrándolos social y territorialmente a las ciudades en cuestión. “Entendemos que las viviendas de emergencia, como bien dice su nombre, son de emergencia. No solucionan el problema de raíz, que es el tema del hábitat. Es por eso que ahora empezamos a trabajar con las problemáticas de cada barrio y a preocuparnos por la comunidad en sí”, se sincera Cereceda.
La dinámica de trabajo de la organización consta de tres fases. En la primera etapa, los voluntarios entran en contacto con los asentamientos informales consultando a los vecinos -mediante asambleas- si quieren trabajar con ellos. Una vez que aceptan, se inicia un relevamiento en torno a la emergencia habitacional a través de encuestas a las familias que allí conviven -dichos cuestionarios son corroborados en varias oportunidades por distintos voluntarios-.
Detectadas las necesidades estructurales de cada grupo social y evaluadas las condiciones geográficas del terreno, se procede a explicar a los vecinos cómo será el esquema de construcción mediante “reuniones de asignación”. “Para no caer en el mero asistencialismo, en esta etapa la familia se compromete a pagar un 10% del equivalente de la vivienda de emergencia [$720]. De esta forma, la familia se siente mucho más comprometida con el proyecto”, afirma la responsable de Comunicaciones de Techo.
Generado el vínculo entre los vecinos y la ONG, se arranca con la construcción de las casas, las cuales son levantadas sobre pilotes, con paneles de madera y techos de chapa. Posterior a la edificación, los voluntarios promueven el diálogo en la comunidad y ponen a su disposición distintos “planes de habilitación social” a fin de paliar las necesidades detectadas por los propios vecinos. “Se arma una mesa de trabajo, que es un espacio de participación vecinal, en donde las familias exponen los problemas del barrio y ven cómo pueden solucionarlos (…) Para ello, ofrecemos un plan de educación, que incluye apoyo escolar y `juegoteca´; cursos de capacitación en oficios como peluquería, electricidad y repostería; microcréditos y préstamos solidarios para grupos de vecinos que tengan un emprendimiento laboral, entre otras cosas”.
La tercera y última fase -que aun se encuentra en “prueba piloto” en nuestro país- aspira a implementar soluciones definitivas dentro de los asentamientos informales. La idea es que los terrenos apropiados pasen a convertirse en barrios formalmente urbanizados a fin de que sus habitantes puedan acceder a servicios básicos como agua, luz y gas sin restricción alguna. Para que esto sea factible, es necesario sortear ciertas barreras legales siendo la titularidad de las tierras el principal obstáculo. “En Córdoba, Buenos Aires y Salta ya hay asentamientos que se encuentran en esta tercera fase gracias al asesoramiento brindado por nuestra área especializada integrada por abogados y arquitectos”.
La respuesta de Techo frente a los prejuicios y las acusaciones
Durante sus 11 años en Argentina, Techo ha sido blanco de críticas y prejuicios por parte de ciertos grupos sociales. Muchos reprueban a la organización por su lógica empresarial y excesivo marketing. Otros encasillan a sus jóvenes voluntarios como “nenes bien”, quienes colaboran en este tipo de iniciativas solamente “para sacarse la foto” y “limpiar sus culpas”. Al mismo tiempo, suelen ser ninguneados por carecer de formación política y desconocer lo que significa la verdadera militancia en los barrios. Por otro lado, la organización ha sido acusada de ser cómplice de la “usurpación de tierras” y apoyar la “ilegalidad de los asentamientos” yendo en contra de la propiedad privada y las reglamentaciones vigentes.
Frente a esta catarata de cuestionamientos, Suania Cereceda pone el pecho y manifiesta: “Nosotros trabajamos con empresas porque pensamos que el cambio no solamente tiene que venir de los jóvenes sino de todos los sectores de la sociedad. Tratamos de involucrar a los mayores actores sociales que podamos. Incluso, buscamos articular con los sectores públicos porque sino sería imposible urbanizar y formalizar un asentamiento”.
Respecto al financiamiento de Techo, la directora de Comunicaciones asevera que no dependen exclusivamente de las compañías privadas. Para recaudar fondos, también suelen organizar colectas anuales y distintos eventos sociales -el 5, 6 y 7 de septiembre se realizará la octava colecta a nivel nacional-. Asimismo, cuentan con donantes individuales, quienes a través de un débito mensual, aportan un mínimo de $50 pesos. Esto último, añade, les permite realizar proyecciones a futuro.
En cuanto a la “falta de militancia política” de sus jóvenes voluntarios, señala: “Nosotros no pertenecemos ni a la Iglesia ni a ningún partido político. Somos neutros y apartidarios. Eso no implica que no hagamos política. Todos los sábados yendo al barrio hacemos política. Ayudar a los vecinos a organizarse es hacer política”.
En relación al comentario de que los voluntarios de Techo son sólo “nenes ricos”, que buscan “redimirse” colaborando en la construcción una vez al año, alega: “Realmente nos cuesta mucho salir de ese encasillamiento que hace la gente. El voluntariado está abierto a cualquiera que quiera participar (…) Además, nuestros voluntarios no sólo se ocupan de la construcción de viviendas de emergencia sino que también participan en los distintos procesos de desarrollo comunitario y habilitación social. De hecho, el 80% de nosotros trabaja en estos últimos procesos y no en la construcción (…) Entendemos que la vivienda de emergencia es una herramienta más pero no la única. Hay problemas igual de importantes que solucionar, como la tenencia de las tierras, el trabajo informal y la falta de acceso a servicios básicos”.
El trabajo de Techo en la provincia de Córdoba
Durante este último lapso de tiempo, Techo hizo público un completo informe sobre los asentamientos informales en la provincia de Córdoba. Gracias a este relevamiento, se pudieron recabar datos acerca de la cantidad de terrenos tomados en la región, el número de familias que allí habitan y sus necesidades básicas. Esto último constituye un gran aporte y es información útil para la futura implementación de políticas públicas dentro del territorio cordobés.
Según la investigación -realizada en conjunto por voluntarios tanto de Córdoba como de Río Cuarto-, en la provincia existe un total de 210 asentamientos, de los cuales 190 se encuentran en Córdoba Capital, 12 en Río Cuarto y el resto en otras localidades del interior cordobés. En el 95% de los casos, los vecinos no tienen la tenencia de las tierras, por lo que uno de los mayores problemas detectados es el tema de la titularidad de los terrenos.
A pesar de ello, Cereceda afirma que en la ciudad de Córdoba ya hay dos asentamientos que empezaron a tramitar la tenencia del suelo para que sus vecinos puedan acceder a servicios formales de luz, agua y gas. Asimismo, la comunicadora aclara que las viviendas de emergencia son un bien móvil y en consecuencia pueden ser trasladadas de lugar, en el hipotético caso de que las familias sufran algún tipo de desalojo.
En Río Cuarto, en tanto, la situación es algo más favorable aunque no menos urgente. Para la comunicadora, en la ciudad del sur no hay más emergencia habitacional aunque sí pobreza. En tal sentido, se está apuntando al desarrollo comunitario y a la urbanización de las tierras tomadas, más allá de la construcción de viviendas de emergencia. “En abril fue la última construcción en Río Cuarto. Ahora estamos con las mesas de trabajo, los planes de educación, las capacitaciones en oficios y los microcréditos solidarios. Bajo los parámetros que nosotros tomamos, no hay más emergencia habitacional pero sí muchas necesidades comunitarias”.
Desde su llegada a la Argentina, Techo movilizó más de 40.000 jóvenes. Para su colecta anual -a realizarse los días 5, 6 y 7 de septiembre- se espera la participación de 1.500 voluntarios sólo en la ciudad de Córdoba Capital.
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