Los hogares de antaño, ¿eran más «cultos»? Por supuesto, el concepto de cultura es sumamente relativo y cambia con las épocas. Quizás hoy debería de ser llamado «culto» aquel que se maneja relativamente bien con las nuevas tecnologías (Internet, Facebook, Twitter y lo que esté por venir). En la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), el doctor Gerardo Pagés, que acompañaba desde Latín I hasta Latín V a sus alumnos de letras, solía hacerles la siguiente broma: «Cultura es todo lo que olvidamos después de haberlo aprendido, así que ustedes son muy cultos».
El tema se plantea por haber recibido el correo electrónico de la lectora Esther Fernández Maiza, quien, entre asombrada y orgullosa, describe la siguiente situación: «Mi nieta de 22 años estudia actuación. Su profesor le recomendó a la clase que, antes de ir a ver La vida es sueño de Calderón de la Barca (que se está representando en el San Martín, con la dirección de Calixto Bieito y por eso le interesaba tanto que la vieran), tuvieran la precaución de leer el texto, que no es precisamente sencillo para los oídos contemporáneos y jóvenes. Yo me ofrecí a leerlo con ella y ante mi alegría aceptó. Pero lo más maravilloso de todo fue -además del texto, obviamente- que ella se acordaba de haberme oído a mí recitarle algunos fragmentos cuando ella era muy chica. ¡Y yo, no! Por supuesto, yo había leído la obra a los 15 años, en el secundario, y nunca pude olvidarme ni del comienzo, «Hipogrifo violento / que corriste parejas con el viento», ni de ese final extraordinario de uno de los monólogos de Segismundo: «¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son», que me había hecho aprender de memoria la profesora de literatura».
Los abuelos más jóvenes (los hay de menos de 55 años) o los padres ya mayorcitos (por ejemplo, los de más de 40), ¿qué les recitarán a sus hijos o a sus nietos? Acaso la letra de Mil horas , una de las composiciones más inspiradas de Andrés Calamaro, cuando estaba con Los Abuelos de la Nada: «La otra noche te esperé bajo la lluvia / dos horas mil horas / como un perro / y cuando llegaste me miraste y me dijiste loco / estás mojado ya no te quiero».
Hay que celebrar, sin duda, que la puesta de La vida es sueño haya traído otra vez al primer plano uno de los textos más bellos del Siglo de Oro español y de toda la literatura en castellano. Y que se sepa que su autor es, sin posibilidad de dudas, Pedro Calderón de la Barca. Esta afirmación no es peregrina, si se observa que en los últimos años anda dando vueltas por Internet una bandada de e-mails con los textos más increíbles (por su trivialidad), atribuidos con total desparpajo a escritores como Borges, Neruda, García Márquez y otros tantos famosos. Esos textos son, también sin posibilidad alguna de dudas, absolutamente «truchos».
Sin embargo, esta «apropiación» de nombre famoso, que ni siquiera constituye un verdadero plagio, le puede pasar a cualquiera. Y sólo el que esté exento de culpa podrá incriminar al otro. Una vez más, un asiduo lector de Línea Directa, el escritor y embajador Albino Gómez, escribe para alertar sobre una cita dudosa: «Creo que su columna es el lugar más adecuado para hacer referencia a la interesante nota de Carlos Fuentes, publicada el 22 de este mes, sobre la obra de Juan Carlos Onetti, pero no pretendo referirme a la totalidad de su enfoque, ya que me parece que nuestro ámbito rioplatense no le resulta del todo comprensible a Carlos Fuentes, sino específicamente a una cita atribuida a Borges: «El tango es un pensamiento triste que se baila», que según creo pertenece a Enrique Santos Discépolo».
Efectivamente, la frase le pertenece -en eso coinciden fuentes prestigiosas- a Enrique Santos Discépolo. Y para terminar con tantas citas, ahí van otras más: para Leopoldo Marechal el tango «es una posibilidad infinita», y para Ernesto Sabato, «el fenómeno más original del Plata».
Fuente: La Nación