Voy a compartir con Uds. en una considerada síntesis lo que hubiésemos querido decir sobre la Educación para el Desarrollo Sostenible. Las organizaciones internacionales se han propuesto impulsar para revertir la crisis ambiental que entiende, entre otras cosas, tanto el agotamiento de los recursos naturales como la pobreza, la equidad y la justicia social; y tratan el tema del papel que debe jugar la educación en este proceso de cambio planetario. A ese nivel se plantea la necesidad que tiene la educación de abrirse y de agregar todas aquellas perspectivas disciplinares que forman parte de la vida de la tierra. Me parece interesante exponer la relación existente entre educación, cambio cultural y sostenibilidad, que es la EDS (Educación para el Desarrollo Sostenible), teniendo aspectos novedosos que podrían impactar de manera positiva, según varios pensadores, en el desarrollo conceptual y en la práctica de la educación en Latinoamérica. Abordaré el concepto de sostenibilidad, describiendo la actual situación de emergencia planetaria analizando algunas causas y posibles soluciones. Para ello recurriré a Ernesto Sábato, quien a finales del siglo XX nos destelló con una transmisión admirable titulada Antes del fin. Allí moldeó con dureza ética y con firme voluntad solidaria sus nerviosidades de infancia y sus meditaciones de madurez. Entre las confidencias personales que nos trasladó en estas remembranzas, dejó constancia de su continuo desvelo vital e insistente por la búsqueda de un “Absoluto o de pedazos de un Absoluto que nos ayudaran a soportar las repugnantes relatividades”. Todo eso como una dificultosa labor que nos ameniza y que nos incita a lo largo de la vida, tratando de discriminar entre dura realidad y sueños inocentes, que entre otras cosas manifiesta: • “La dura realidad es una desoladora confusión de hermosos ideales y de torpes realizaciones, pero siempre habrá algunos empecinados, héroes, santos y artistas, que en sus vidas y en sus obras alcanzan pedazos del Absoluto, que nos ayudan a soportar las repugnantes relatividades.” • “Los sueños inocentes son aquellos que nos recuerdan que el hombre sólo cabe en la utopía. Y que sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido”. • Aquí confiesa también, que “el fin de siglo nos sorprendió a oscuras, y que estamos rodeados de sombras, […] que la historia no progresa, […] y que el hombre tampoco. Que no hay nada nuevo bajo el sol, como diría Eclesiastés”. Debemos sincerarnos y concientizarnos que si el mundo no progresa es porque se reiteran las guerras, se multiplican las multinacionales que las sostienen, y se mantienen los gobiernos que las apoyan. Lo que sí cambia son los problemas del nuevo siglo, pues tanto sus causas como la naturaleza de sus orígenes son de distinta cualidad a los acontecimientos del pasado siglo. También la magnitud y la intensidad de sus manifestaciones han sufrido modificaciones: desigualdad crudamente expuesta, cambio climático, agotamiento de los recursos, pérdida de la biodiversidad natural y cultural, alteración de los ciclos naturales, contaminación de los ecosistemas marítimos y continentales… Hoy hay que educar para oponernos a esta “sociedad líquida” al decir de Bauman, a través de la construcción del pensamiento sostenible, el cual exige rigor en los compromisos sociales y culturales, en igual medida que la que se invierte en los compromisos estrictamente naturales. Atendiendo a estas recomendaciones, la UNESCO decidió impulsar el Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014), como un instrumento educativo programático orientado a coordinar acciones, a promover iniciativas, a desarrollar programas y a incentivar instrumentos sociales que contribuyeran a reducir los problemas culturales y socio-ambientales del presente y a paliar sus causas. El presente siempre tiene una capacidad prodigiosa para sorprender y para desbordar nuestra limitada posibilidad de imaginar lo posible. No tenemos certezas solventes acerca de lo que puede acontecer antes del fin; tampoco son muy halagüeños los inicios, aunque no será por falta de ilusiones, de energías y de esperanzas pues, como diría María Zambrano, «no se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero», y en ello hay mucho de voluntad individual y de acción colectiva.
LIC. ELENA FARAH