Divididos se presentó ante más de 2 mil personas en el Anfiteatro, con un espectáculo impecable, en el que recorrió todos sus discos. La Aplanadora volvió a arrasar con todo y, una vez más, valió la pena dejarse llevar.
«Recuerdo la noche que vinimos con Sumo y nos tiraban vasos de vidrio…» La voz de Ricardo Mollo estremecía a los mas nostálgicos y sorprendía a los pibes que se amontonaban frente al escenario. Minutos antes del pogo demoledor por el «Ojo Blindado», el cantante de Divididos recordó un hecho que forma parte de la leyenda viva del rock nacional. Aquella madrugada de los años 80, Luca Prodan enfrentó en Marrakesh la ira de riocuartenses pocos dispuestos a bancarle esa irrupción musical que conjugaba el punk, el ska y el rock en una misma canción.
Anoche la historia tuvo secuencias diferentes. La Aplanadora del Rock volvió a confirmarse con una de las grandes bandas de la historia y una de las pocas que aún conserva su estirpe original.
La viola de Mollo, el bajo de Arnedo y la batería de Ciavarella confluyen en un espacio sustentado en un armónico desenfado, con clásicos que suenan siempre innovadores y una altísima expresión artística. Cada uno en lo suyo, refieren a lo mejor del rock argento. Mollo y Arnedo son personajes avalados por un pasado mítico y protagonistas de la memoria colectiva nacional. Ciaravella, en cambio, asume el rol del tercero en la banda, aunque arriba del escenario le imponga rasgos imprescindibles a los nuevos temas y clásicos.
La Aplanadora volvió a hacer de las suyas, con estragos de pogo en «El 38», caricias emocionales con «Luz del Alma» ó invitaciones a un baile contagioso en «Que Tal»
Los yuppies de entre 35 y 50 años coreaban los temas en una jornada que los volvió adolescentes, entre la nostalgia y la vigencia de un grupo que sabe de irrumpir en los estados de ánimo.
La Aplanadora volvió a arrasar con todo y, una vez más, valió la pena dejarse llevar.