El desfile de criaturas, en esta octava temporada de Peter Capusotto y sus videos, comenzará este lunes a las 20.10 por la Televisión Pública.
En una entrevista del diario La Nación, Diego Capusotto aseguró que «no va a haber reemplazos sino ingresos»
«Hay nuevos personajes que tienen que ver con el espíritu del programa. La expectativa que nosotros tenemos siempre es feliz, porque es lo que tenemos ganas de hacer y porque estamos sujetos a nuestra propia voluntad de hacerlo y de seguir compartiéndolo», señaló.
-¿No te cansaste del formato?
-No. Sigue siendo motivador para nosotros hacer el programa. Y después hay otras cosas que entran en el terreno personal, como por ejemplo que no tenemos ganas de hacer otra cosa; que sentimos que para esto servimos y para otras cosas no. Cuando sintamos que hay que correrse elegantemente del programa, lo haremos. Probablemente, como digo todos los años, sea el año próximo (o no). La clave está, creo, en grabar sólo trece programas. Así nos quedamos con la sensación de que nos quedan cosas por mostrar y por hacer. Esa carencia es la que hace que nosotros sigamos.
-¿De los personajes que se agregan, hay alguno al que le tengas más fe?
-No, no hay uno en particular. Uno puede pensar que algo va a ser bárbaro y no lo es, así que lo mejor es abandonarse en ese misterio. Eso se verá cuando esté el programa en el aire, cuando las miradas ya no son nada más que las tuyas.
-Esta es la octava temporada. Supongo que deben sentir la presión de seguir a la altura de un programa que ya se ha convertido en un clásico… ¿Cómo encararon el proceso creativo con ese condicionamiento?
-Cuando llegamos a este estadío en el que el programa está por salir al aire ya estamos más tranquilos. Nosotros sentimos que el programa sigue teniendo el mismo espíritu así que ya a esta altura no tenemos dudas. Estamos jugados. Ahora nos queda saber cómo lo recibe la gente. A algunos les gustará, otros pensarán que deberíamos hacer otra cosa (un programa de física nuclear, por ejemplo, pero nosotros de física no sabemos). Lo que sí tenemos es un cierto tino, una cierta elegancia de no tratar de imponer el programa y de que parezca más una ráfaga refrescante que una especie de disco triple que no se termina más. Además, no hay discos triples buenos.
-Algunos de los personajes que más pegaron tienen una cierta impronta violenta. ¿Vos ves ese germen en nuestra sociedad?
-Hay personajes que funcionan para la gente como si fueran dibujitos animados: no hieren y son casi indestructibles. Pueden permitirse todo pero no lastiman. Pomelo , por ejemplo, puede explotar en el aire y a los cinco minutos seguir hablando. Y por otro lado está Micky Vainilla , que tiene un discurso que tiene esa ambigüedad de lo siniestro. Yo no sé si son los que más pegan y a nosotros no son los que más nos gusta hacer. El caso de Violencia Rivas es distinto; yo creo que es alguien que se acerca bastante a lo que nosotros quisiéramos decir y la violencia del personaje es más bien producto de haber perdido los modos. Y eso es algo que, por negociar con la realidad, nosotros muchas veces no hacemos.
-¿No creés que, al igual que algunos de tus personajes, los argentinos tenemos el insulto y el prejuicio a flor de piel?
-Pero la puteada, muchas veces, es más interesante que la retórica. Lo que nos pasa es que ante alguien a quien no podemos definir, lo puteamos y nos lo sacamos de encima. Sí creo que lo que nos define como argentinos es la capacidad para decir cómo se deben hacer las cosas, aunque después hagamos todo lo contrario de lo que declamamos.
-Hace décadas que trabajás con Pedro Saborido… ¿No se cansa el uno del otro?
-No, si fuéramos pareja sí nos aburriríamos.
-Pero a esta altura ya son como un matrimonio…
-¡No! Todo lo contrario. Pasamos por todos los estadíos, pero tenemos nuestra disciplina, también. Nos encontramos a principio de año, nos mostramos qué es lo que se nos fue ocurriendo y empezamos a pensar, también, entre los dos. No quiero ser demasiado contundente, pero la idea siempre es transformar la realidad en algo más ameno. Y eso es algo que nos pasa todo el año con Pedro.