Pocas veces el sector agropecuario se ha encontrado con interlocutores tan cerrados al diálogo como con el actual Gobierno nacional. Pareciera que, más allá de contadas ocasiones en que el campo y su trabajo pareciera interesarles como generadores de divisas para el país, el desprecio hacia los productores y sus familias aparece en cuanta ocasión pública tienen tanto la presidenta Cristina Fernández cuanto su esposo y ex presidente, Néstor Kirchner. Tanto poder, tanto manejo político, dedicados a menospreciar y a humillar a un sector tan importante de la vida social y económica de la Argentina.
Llama la atención tanto encono cuando es el campo el generador de la riqueza que hoy les permite ostentar una reserva de divisas inédita en las últimas décadas en un país que supo declararse en default y donde no se dudó en echar mano del ahorro de los argentinos y de miles de inversores provenientes del exterior. Hoy eso no ocurre y está fuera del horizonte próximo gracias a que el sector agropecuario se puso el país sobre sus espaldas desde la salida de la Convertibilidad, soportando una extraordinaria transferencia de recursos hacia actividades menos competitivas de la vida nacional.
Para este Gobierno de doble comando son más importantes sus resabios ideológicos hacia lo que extemporáneamente denominan la “oligarquía ganadera”, que el crecimiento que el campo puede apuntalar hacia el futuro. Es tan ciega la actitud de quienes nos conducen, fundamentalmente la del ex presidente Kirchner, que prefiere hipotecar la soberanía alimentaria que dice defender, antes que buscar el consenso para establecer una política agropecuaria de crecimiento y sustentable en el tiempo. E hipoteca también, sin un atisbo de duda, la imagen pública de su esposa, quien el próximo 25 de Mayo se verá obligada a realizar un relanzamiento de su gobierno, a pesar de lo patético que suena que una gestión deba “renovarse” a los 6 meses de nacer. Son los primeros 6 meses que, en todo gobierno, menos en éste, han sido el período “licencia”, de acompañamiento, que normalmente los pueblos otorgan a quienes los conducen. Y que, en este caso, por el conflicto que gratuitamente generaron con el campo, no supieron conseguir.
OFICINA DE PRENSA
SOCIEDAD RURAL DE RÍO CUARTO