¿Puede fallar una película en la que se combinen la ostentosa magia del Cirque du Soleil, la producción de James Cameron (realizador de Titanic y Avatar) y la dirección de Andrew Adamson ( Shrek)? Digamos que puede dar por resultado un filme de altísimo impacto visual y sonoro, pero de pobres o casi nulas ideas cinematográficas.
Cirque du Soleil: Mundos lejanos prueba que la suma de espectacularidades (coreografías de la compañía canadiense + estudiadísimos encuadres y movimientos de cámara + efectos especiales + tecnología tridimensional + música célebre + múltiples etcéteras) es insuficiente para obtener una película con nervio, con tensión, con vida.
Incluso, hasta cierto punto, podría cuestionarse el concepto de película. Porque esta hora y media de imágenes deslumbrantes se parece más a un compilado del Cirque du Soleil, a una gran publicidad, que a un filme. La ¿trama? comienza -y, podríamos decir, termina- con una chica obnubilada ante el número de un trapecista. El muchacho -que sólo será torpe en esta acción- se cae y la arena de la pista se lo traga, igual que a ella. Desde entonces, ambos entran en otra dimensión, en la que se suceden coreografías del Cirque du Soleil, tan oníricas como carentes de ilación. Sería más propicio, ante tal panorama, que un experto en danzas acrobáticas se hiciera cargo de esta crítica.
Suele ocurrir con la adaptación de obras literarias o teatrales al cine: si no son reformuladas de raíz, traducidas al lenguaje cinematográfico (a eso alude la palabra adaptación), pierden esencia, atractivo. En este caso se trata de una mera traslación; la tecnología y el virtuosismo no compensan la falta del “vivo”. Sólo el que no pueda pagar una entrada al Cirque… o el verdadero fanático gozará o, al menos, hallará consuelo con este “grandes éxitos” filmado
Fuente Espectaculos.com