La víctima de Coronel Suárez dijo que lo que le pasó fue «realmente una tortura»

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Sonia Molina, la mujer que denunció haber sido golpeada y abusada sexualmente durante tres meses por una periodista y el esposo de ésta, ambos detenidos, en una casa de la localidad bonaerense de Coronel Suárez, dijo este lunes que lo que le pasó fue «realmente una tortura». «Lo que pasé no se lo deseo a ninguna persona. De hecho, me da fuerzas para seguir investigando de que no hay otra persona, hombre o mujer, no importa el género, que esté pasando por lo mismo», dijo la víctima en declaraciones a un canal de televisión. «Lo que quiero decir es que todo lo que pasó ahí adentro (por la casa de los imputados Estefanía Heit y Diego Olivera) fue realmente una tortura», indicó Molina, quien dijo ser creyente en Dios y que eso fue lo que la mantuvo «firme» hasta este momento. La mujer contó que al momento de escapar de los acusados, su estado físico era «deplorable» y que llegó a pesar 45 kilos. Durante la entrevista, se pudieron observar algunas marcas en la piel de la mujer a la altura del cuello y las manos que según ella fueron producto de «quemaduras» y lesiones con «elementos punzantes» que le infringieron durante el cautiverio. Consultada acerca de una presunta intención de sus captores de matarla, Molina respondió que «las palabras textuales de Olivera fueron: `Te voy a terminar despostando`». La mujer contó que el imputado también amenazaba con abusar sexualmente de su hija, al tiempo que admitió que la dejaba salir de la vivienda pero la tenían «vigilada». Molina señaló que a Olivera lo conoció como «pastor» en la casa de su hermana en Río Colorado y que por eso siente que, además de los meses que estuvo privada de su libertad, fueron «tres años de engaño» contra su fe y la de su familia. Respecto de Heit, la mujer dijo que «dentro de la casa era igual de culpable que Olivera». «Ambos planificaban lo que iban a hacer. De hecho, conmigo hacían todo un juego psicológico queriendo desestabilizarme», recordó y, en ese sentido, preciso que cuando le pegaban le decían que se «golpeaba sola». «Todos los días lo mismo: se levantaba, iba y cumplía su rol como periodista. Puertas para afuera mostraba una personalidad pero por adentro era totalmente diferente», añadió. Molina contó que en los últimos días de su cautiverio tenía dificultades «para respirar» y movilizarse. «El primer mes, medianamente, me daban lo que ellos comían o lo que quedaba, después empezaron a darme polenta, comida para perros, fideos crudos, excremento», agregó Molina.

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