La marcha de la bronca

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OPINION –  Quienes sufren particularmente los olvidos y falencias del “Modelo K” no estuvieron en la marcha de ayer…

 

La estimación policial y la de los organizadores, coincidió en señalar que 7 mil personas se movilizaron por el 8 N en Río Cuarto. No hay precedentes en la historia reciente de una protesta con tan alto nivel de convocatoria. Si a la bronca espontánea se sumó el armado de organizaciones agropecuarias y partidos políticos, no alcanzó para condicionar el contundente mensaje de 8 cuadras colmadas de gente.
La ausencia de banderías partidarias fue un síntoma de la falta de representatividad del reclamo. Los voceros intentaron valorizar la ausencia de dirigentes políticos  como una fortaleza de la convocatoria, al señalar que “no se necesitó del colectivo, ni la coca y el choripán”. El argumento se desvanece el día después.  La incapacidad de la oposición en generar un mapa de soluciones al planteo del 8N inhibe la resolución del conflicto. La protesta se reduce a un estado de ánimo. Es la expresión de la bronca por la bronca misma. Nadie dice cómo, ni con qué recursos, ni con quienes. Se describe una patología, esperando que el santo remedio surja de los mismos que aparecen cuestionados por las cacerolas.
En la primera marcha, los cuestionamientos habían sido dispersos y hasta contradictorios. Muchas de esas divergencias revivieron ayer, pese a los intentos de los “Riocuartenses en defensa de la República” por unificar las consignas.
La manipulación del Indec y el descreimiento sobre los índices de inflación y pobreza, la metodología de la pelea visceral como instrumento de negociación política y el sometimiento de intendentes y gobernadores al poder de la caja central, ocuparon un espacio común en el malestar de los manifestantes.
Sin embargo, los ejes centrales fueron otros y más confusos. Se habló de la falta de libertades por no poder acceder a un dólar sin controles, ó de un gobierno autoritario, elegido por más del 50 por ciento de los votantes hace apenas un año. Los conceptos de libertad y autorismo aparecen bastardeados por una lógica impulsiva. Quienes calificaron al gobierno de fascista ó dictatorial, lo hacían caminando plenamente las calles, sin represión policial y una cobertura mediática en vivo y en directo. Los que pidieron por la libertad de expresión, la vincularon con el interés corporativo de un grupo empresario que se resiste a aceptar lo que dictamina la Ley.  Los que igualaron a la Argentina con Cuba, prefirieron un camino simplista y extremo que describió a un país bajo el riguroso mandato de la “Comandante Cristina”.
La secuencia de atajos inverosímiles reveló una protesta multitudinaria y compleja. Muchos pidieron por más seguridad sin advertir que la problemática apunta en nuestra ciudad hacia la Provincia, en lugar de la Nación. ¿Les preocupó el índice de arrebatos en las calles de Río Cuarto ó la secuencia de asaltos y crímenes que muestran los noticieros de Capital Federal? ¿Se movilizaron por el robo en el barrio donde residen ó el secuestro de un empresario en el Once porteño?
El interés por la re reelección de Cristina, enarbolado por el ultra kirchnerismo, es la gota que rebalso el vaso de quienes se sienten ahogados por casi 10 años de mandato K. Más allá de posicionamientos ideológicos, el rechazo a la propuesta emerge como la defensa de la huella digital de cualquier régimen democrático: la alternancia en el poder. Como sucedió en el menemismo, la estructura política del oficialismo buscaría aprovecharse de las debilidades institucionales y la mayoría parlamentaria para garantizarse la continuidad del mando. Nunca puede ser definitivo el concepto de que “da lo mismo, porque al final elige la gente”. Los esquemas de reelección indefinida, como acontece en algunas provincias, advierten sobre el riesgo de utilizar el poder del Estado en favor de los intereses sectoriales de quienes lo ostentan, convirtiendo a las autoridades en dueños, y al gobierno en un feudo.
Disipado el eco de las cacerolas, la contundente manifestación representada por la  clase media y media alta, exige un debate exhaustivo y creíble sobre un malestar creciente. Los problemas estructurales de la Argentina están más arraigados y menos abordados que las restricciones al dólar ó el debate por el 7D. Quienes sufren particularmente los olvidos y falencias del “Modelo K” no estuvieron en la marcha de ayer. El resto, multiplicado por miles, desbordó las grandes capitales con una queja cada vez más enfática. El gobierno decidió no apostar a la confrontación, como sucedió en el 2008, y apuesta por un incómodo silencio, que hasta ahora solo reprodujo el fastidio. En el 2013, las calles darán lugar a las urnas y el escenario tendrá menos espacio para las especulaciones.

Por Pablo Callejón (callejonpablo@yahoo.com.ar)
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