Me gustaría, en primera instancia, para ampliar conceptualmente la idea de implementar el voto a los jóvenes a partir de los 16
años, resaltar algunos postulados del constitucionalista Daniel Sabsay, quien expresa en una entrevista y, basándose en la Constitución y la Ley, la contradicción que genera dicha idea: “Si para los actos de la vida privada se considera que la plena personalidad y la responsabilidad suficiente se adquieren a los 18, ¿como es posible que para un acto tan trascendente, de carácter público, en cambio, se considera que hay suficiente madurez como para sufragar a los 16?…” A su entender, y en el que coinciden muchos pensadores y educadores a los que me adhiero, pareciera que esta iniciativa impulsada por nuestra administración de turno estaría vinculada a una “especulación política” que “se combina con el adoctrinamiento unívoco de los chicos en las escuela”. Todos estos temas merecen una evaluación más seria y prolongada debido a la heterogeneidad de la población que hipotéticamente emitiría su voto. Lamentablemente, tengo que decirlo, después de escuchar a personas en esta provincia, Córdoba, y en todo el país hablar con ligereza y sin argumentos sólidos y científicos, aprobar que sería bueno que voten a esa edad sin experiencias previas de participación serias antes de llegar a este acto cívico, representado por esta parte de la población en plena formación constituyéndose así en sujetos significantes para este acto. ¿Son hoy en La Argentina realmente pausibles de ser significantes con todo lo que esta significación conlleva? Si ampliamos nuestra miradas descubriremos que son muy pocos los países que tienen aprobados que los jóvenes de 16 años emitan el sufragio. Centrémonos, a partir de ahora en el problema nodal de este comentario: describir la radiografía económica de estos posibles nuevos votantes. Debo aclarar que las investigaciones de Ianina Muñón, del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, quien elaboró un estudio exhaustivo sobre la infancia y adolescencia en la Argentina. Esta nueva generación, llamada “generación facebook” ya que priorizan las redes sociales como medio de comunicación en todos sus aspectos, eludiendo en la mayoría de los casos otros tipos de interacciones. Este estudio se realizó tomando un grupo de 15 a 17 años, y se puso el acento en los segmentos económicos a los que pertenecían. Estas son las conclusiones:
-Un tercio de los adolescentes de esta franja etaria viven en hogares que tienen ayuda estatal; el 16 % trabaja en su casa, y 21 % afuera. Más de la mitad no tiene computadora. El 57 % cobra menor sueldo en comparación a los que perciben los adultos por la misma tarea.
-Debemos destacar algo importante en lo que tiene que ver la inclusión educativa: en el aglomerado conurbano el 32,4 % no asiste o asiste con sobre edad a un colegio secundario. En el área metropolitana es del 21,6 % en la misma condición. Entre los trabajadores más jóvenes no asisten a la escuela y pertenecen a hogares de bajos ingresos, porque abandonaron los estudios para completar esos bajos ingresos familiares.
Ya con estos datos podemos inferir que hay un círculo de dependencia estatal y de carencia educativa, por lo cual su formación integral ha sido truncada y sabemos que conlleva a un déficit de los conocimientos necesarios y que los mismos, por necesidades económicas, debieron poner el acento en áreas laborales desplazándose así los espacios educativos. Todos sabemos que esto afecta mucho en la toma de decisiones serias y ajustadas a valores y convicciones que se deben construir para llegar a la instancia que el gobierno esta solicitando: el sufragio a los 16 años. Además la dupla de dependencia estatal-déficit educativo no forma, metafóricamente hablando “un buen matrimonio”, ya que ambos se retroalimentan entre sí, provocando un mantenimiento sin posibilidades de cambio. Para terminar una frase de Julio Bárbaro “la obsecuencia a veces obligada para el sustento diario aglutina a generaciones mediocres”
LIC ELENA FARAH