Un caso hipotético……
– ¡Hola Juan¡
– ¡Hola Marcelo¡
– ¿Cómo va tu vida, como anduvo esta semana tu relación con la droga?
– Más tranquilo, estoy contento. Hoy Juan tiene buen aspecto, buena presencia.
– Juan ¿Qué opinas sobre la legalización de la marihuana?
– Me parece bárbaro, por que le quitas poder a los que trafican y no le pegas con la ley al consumidor. Aparte cada vez se fuma mas y como evitas que los jóvenes se fumen un porrito.
– Juan ¿y si el que está en el dilema de consumir o no es tu hijo?
– Ah, no, mi hijo no, porque la marihuana le haría mucho daño.
– Bueno Juan, ¿en qué quedamos?
En este hipotético diálogo vemos esa dicotomía social sobre el gran desconocimiento que existe sobre la marihuana. El debate es bienvenido con conocimiento, ciencia de por medio, por los frutos que vemos que produce en un consumidor a largo plazo y por sobre todo con un diálogo ético, respetuoso y con sentido común.
Muchos hablan desde su parador, unos desde el consumo y solo ven un aspecto, tal vez el más inmediato sobre el consumo, pero no ven que pasa a largo plazo, el deterioro marcado de la personalidad, desde el aspecto a la forma de relacionarse.
Es como que perciben que es una yerbita inofensiva más buena que papa Noel y con más propiedades que la peperina, no ven ninguna contraindicación.
En otro parador están los padres, vemos que no saben si apoyar o desaprobar el tema de la marihuana a veces este dilema lo tienen cuando se les instaló en el ceno de su hogar. Lo primero es no dejarse llevar por el miedo, por lo tanto informarse, sobre qué pasa con el consumo de drogas, leer un libro que nos ayude a buscar orientación, preguntar a los médicos, a los grupos de ayuda que se dedican a estos temas y buscar momentos tranquilos, amorosos con la persona que creemos está en problemas. Pero el dilema ¿Qué hacemos?
Desde la ciencia médica. La neurología habla de un deterioro gradual de acuerdo al consumo y a veces de un daño irrecuperable en el cerebro del consumidor. La psiquiatría afirma que produce delirio, esquizofrenia, depresión. Del lado de la psicología hay un detenimiento del crecimiento emocional y un gran deterioro de la personalidad. Desde lo social si la persona se aísla para consumir es que ya está muy comprometido en su adicción. Desde lo filosófico y espiritual hay un deseo de destrucción de la personalidad y un deseo de que alguien o algo lo saque o le calme la angustia y la culpa donde la persona está sumida.
Volviendo a lo social, si el consumo es como dicen “de fin de semana”, “para divertirse y pasarla bien”, vemos que es como jugar con la escoba de una bruja, al principio todo bien luego termina tirando al piso al aprendiz de brujo, dejando al promiscuo consumidor barado a la vera del camino por que en un momento no pudo controlar lo que parecía un juego, un coqueteo, de algo que parecía bueno e inofensivo.
Si hoy fueran a pedir ayuda todos los consumidores, no habría forma de contenerlos ni hasta dentro de meses, por que los servicios de prevención y ayuda son muy pocos y hacen su tarea con un esfuerzo a veces sobrehumano, intentando dar una respuesta parcial o sistemática a la problemática del consumo.
La mayor parte de estos grupo son ex –consumidores, hoy sabedores, consientes del grave daño que producen las drogas (marihuana, alcohol, cocaína, pastillas legales e ilegales) e intentan brindar con vocación una mano a los pocos que buscan recuperarse y quieran salirse del consumo de sustancias que a veces parecen pegados como en una mentira.
Muchos hablan de Holanda, Alemania, Italia de países liberales, más avanzados que legalizan todo, sobre todo las drogas y lo muestran como un avance de la sociedad para contener a los que se drogan.
Pero quienes vivieron desde los comienzos los cambios de Holanda por ejemplo, con respecto a la despenalización que en los años 70 u 80 lo pedían como lo piden ahora en argentina, el gobierno debatió una ley y les dio libertad para tener y consumir ¿Un avance? O es que asumieron que no pudieron hacer nada para que esa persona que consumía sea un ser de derecho, de que tenga trabajo, que pueda estudiar, que se desarrolle en el arte, el deporte, la salud, que sea solidario, que tenga derecho a tener una familia, por sobre todo de pedir por sus derechos y a elegir a sus representados.
Según los que volvieron de ese infierno europeo y la pudieron contar, la despenalización fue tener a todos los consumidores identificados, sin derecho a nada, estigmatizados, apartados en una burbuja, sin poder reclamar por nada ni por nadie.
Ante el indudable avance de la idea de despenalizar algo que ya no es penado de echo y de los nuevos vientos que soplan, informase, pedir ayuda, leer, hablar con médicos, ex consumidores y no quedarse con lo que se dicen los medios, porque a veces es un espejo distorsionado que muestra una cara parcial de un tema tan complejo.
– Bueno Juan, ¿en qué quedamos?
Marcelo Correa
Voluntario de Estaciones del Alma