«Estoy sin laburo y no puedo recibir llamadas porque tengo el teléfono tapado de insultos, de amenazas de bomba. Llamé a la Policía porque hay un auto hace dos horas acá en casa. Me dicen que me van a prender fuego la casa, que me van a matar a mí, a Diego, a sus hijos». La declaración de Pablo Abal, hermano de Diego, vale de muestra para graficar cómo es la vida por estas horas del árbitro de San Lorenzo-Colón.
A la bronca de los hinchas del «Ciclón» se le suman adicionales que tienen que ver estrictamente con la carrera profesional del referí: todo indica que la Escuela de Árbitros lo parará por al menos dos fechas, algo que tampoco suma en su carrera por llegar al Mundial 2014 (compite con Patricio Loustau y Néstor Pitana).
Si bien muchos colegas lo llamaron para solidarizarse, otros lo cuestionaron por su error y hasta hubo quien le sugirió tomarse un descanso, como el titular de la Dirección de Formación Arbitral, Miguel Scime: «A veces es bueno descansar y reflexionar hasta que las cosas se calmen después de una polémica como esta. Yo sugeriría preguntarle al árbitro si está en condiciones de dirigir el próximo partido para tomarse revancha de su rendimiento».
Según trascendidos, el árbitro atraviesa un duro momento personal. Habla sólo con gente de su entorno y apenas contesta mensajes de texto, pero evita mostrarse en público. Primero circularon declaraciones suyas que ratificaban su decisión en el fallo de la discordia, aunque hay quienes aseguran que en su círculo íntimo Abal reconoció haberse equivocado. Las próximas horas serán claves para conocer el castigo oficial que caerá sobre sus hombros. Aunque las consecuencias, claro está, ya empezó a pagarlas.