Las mujeres de la villa frente a una nueva promesa de relocalización

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En el sector norte de la ribera del río, la marginalidad se expande pese a las promesas de un nuevo barrio.

Nacieron entre arrumacos del río y riberas sin arena. Allí parieron sus hijos y el sueño de ocupar otro lugar. Las mujeres de la villa Cochancharava esperan superar una vida doliente por la miseria, entre precarias viviendas de adobe y chapa.
Deolinda, Ana, Eugenia y Débora multiplican las voces de al menos 200 familias que aguardan por la relocalización. Las censaron tantas veces como fue posible, pero el sueño de la casa propia se desvanece en promesas políticas.
Las damas de las villa construyen su ilusión entre laberintos de barros, perdidos en el interior de uno de las asentamientos más pobres de la ciudad. Esta vez, ruegan que las promesas no sean solo corriente que el río expulsa hacia el olvido.
«Si nos dan una casa queremos irnos. Lo pienso para el bien de mis hijos, para que tengan un lugar más lindo. Yo nací aquí, pero quiero algo mejor para ellos», señaló Deolinda.
Para Eugenia, madre de 7 hijos, la oportunidad de una erradicación podría aliviar el hacinamiento de la pequeña pieza frente a la ribera.
«Estamos cansados de vivir entre tanta mugre. Aquí vivimos como podemos, luchando. Mucha gente trabaja del cirujeo y esto es un basural», reconoció.
Después de dos relevamientos oficiales, Ana espera que esta vez la Provincia se decida a darles una vivienda mejor. «Vivo sola y acá pasan cosas muy difíciles. Hay robos y drogas, y la gente no duerme de noche. No me importa que barrio nos den, pero nos queremos ir», indicó.
La más joven de las damas es también madre de 4 hijos. Débora señala que están olvidados por el Estado y la gente y quiere una casa «habitable» para sus chicos.
«Nos sentimos abandonados totalmente. No vienen ni a poner la luz, todos los días es muy difícil», se lamentó.

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