Con gran dolor y preocupación hemos observado y sentido desde lo emocional, para lo que transitamos los caminos educativos,
còmo estructuras familiares violentas irrumpen en nuestras instituciones educativas a lo largo y ancho del país, incluso en nuestra provincia en la localidad de Morteros. Ante estas situaciones dolorosas cabrían varios interrogantes, ya que no es tan simple ni reduccionista el análisis de estas problemáticas de violencia hacia los docentes. Partimos que el aprendizaje es la acción y el efecto de aprender a ejecutar una actitud a semejanza del ejemplo que el maestro imparte. Los hijos son lo que los padres hicieron de ellos. Por esa razón, el proverbio «hijo de tigre sale pintado», ha gravitado sentenciosamente en la conciencia de aquellos padres que han fomentado la agresividad del ser humano de todos los tiempos. Esta máxima no sólo advierte la naturaleza hereditaria de los descendientes, sino que, al ejemplarizar la conducta humana en la imagen del tigre, se previene las consecuencias de la transferencia de los rasgos de la zoopsicología del tigre. No nos referimos a las pintas de la piel, sino a la fiereza y agresividad de este temible felino. Agresividad es la propensión a acometer y atacar como las fieras, y esto está ocurriendo en los padres que arremeten con agresión física demostrando pulsiones de muerte hacia las personas que ellos han depositado la educación de sus hijos. Vulnera la institución educativa con este tipo de agresiones, las cuales terminan en el hospital o en la justicia. Las enseñanzas verbales constituyen tan sólo un 10% del aprendizaje, mientras que el ejemplo de la conducta, constituye el 90% de los caracteres que los hijos imitan de estos padres agresivos. Quiero no abundar más en palabras y dejar algunos indicadores que podrían servir junto con la capacitación permanentes a docentes, para resolver estas situaciones que van en continuo aumento; y que vulneran los conceptos de autoridad, valores y convivencia, junto a la disciplina que son los que hay que volver a construir junto con la familia. Es decir, es necesario reformular los nuevos pactos sociales entre instituciones Estado-escuela-familia; este trípode debe ir siempre junto, para mostrar un modelo de ética, sensatez y equidad a los jóvenes. Por lo tanto se necesita en primera instancia que los padres asistan a cursos donde se comprometan a mantener actitudes y seguir los caminos lógicos que impone la escuela para la resolución de conflictos. Hemos retrocedido, y los hechos así lo demuestran. Como siempre la ignorancia, contextos violentos y la exclusión, son caldos de cultivos que llevan a estas situaciones que ponen en peligro la seguridad docente y hasta la estabilidad de las instituciones educativas. No se puede esperar mucho tiempo más para tomar el “toro por las astas”, sino va a ser demasiado tarde para la recuperación de este sector disfuncional de la sociedad; los adultos- padres.
LIC ELENA FARAH