En una misa cargada de sentimientos, presidida por el obispo Adolfo Uriona, la comunidad de Río Cuarto se reunió para pedir por la felicidad eterna del Papa Francisco. El templo se llenó de silencio, lágrimas y gratitud por el legado del pontífice argentino.
“Levantarnos y encontrarnos con esta noticia fue muy triste, como si nos hubiéramos quedado huérfanos”, expresó una feligresa con la voz entrecortada.
Otros asistentes compartieron también el orgullo por lo que significó Francisco: “Nos mostró un Dios que está siempre dispuesto a perdonar, a acompañarnos, a tirarnos una mano cuando más lo necesitamos”.
La huella de su papado quedó marcada en la comunidad:
“Transformó la Iglesia. Nos enseñó a abrir las puertas, a abrir el corazón y a ver al otro como hermano”.
“Nos queda la satisfacción de haber tenido un representante de Dios en la Tierra que lo hizo con mucha altura”.
Aunque su presencia física haya partido, su palabra, su ejemplo y su amor seguirán vivos en el corazón del pueblo.