Por Pablo Callejón
En la Argentina, la pobreza les impide a unos 5 millones de niños y niñas alcanzar una cena caliente, los útiles de la escuela, las zapatillas sanas, el tiempo para pensar con el estómago sin ruidos. Para un millón 200 mil chicos, la situación es aún más grave. No solo conviven en el hacinamiento, la letrina como baño y las casitas sin servicios básicos. Residen, además, en hogares donde el alimento es un privilegio y el hambre la pesadilla que interrumpe el sueño cada noche. Entre unos y otros, son la mitad de los pibes del país inmersos en la pobreza ó la indigencia.
Si el kirchnerismo los ocultó en las estadísticas, el macrismo los hizo cada vez más pobres y con menos derechos. El incremento de beneficiarios en la Asignación Universal por Hijo se diluyó en la pérdida del poder adquisitivo y una inflación que multiplicó los números heredados en el 2015. Solo en los primeros 9 meses del año, los alimentos básicos subieron más del 60 por ciento. Fueron los pobres los que pagaron el mayor costo de la crisis que transfirió ganancias millonarias a empresas energéticas, bancos y especuladores financieros.
En los hogares pobres hay un padre ó una madre desocupados, subocupados, con changas ó trabajos que no alcanzan para cubrir los gastos mínimos. La pobreza infantil se revela en una alimentación insuficiente, falta de acceso a la educación, vivienda, salud y servicios básicos. Se vulneran derechos que les impiden romper con las barreras estructurales. Se trata de una reproducción de la pobreza que los mesías de la meritocracia buscarán romantizar en episodios aislados de complicidad mediática.
La mayor deuda no es en dólares, no se acumula en fajos de billetes, ni es externa. La deuda que más duele es con la niñez. La mitad de los chicos de hasta 14 años conviven en hogares pobres. La mala nutrición y una infancia vulnerada consolidan la pobreza estructural. Desde UNICEF advierten que serán el crecimiento sostenido, la creación de empleo de calidad y los programas de protección social las razones para erradicarla. Pero la Argentina ya sufrió 16 crisis económicas en su historia y 5 periodos recesivos en apenas 10 años. Los niveles de endeudamiento volvieron a ser récord y otra vez, el Fondo Monetario Internacional define las políticas en favor de los agentes de la especulación.
La campaña #LaDeudaEsConLaNiñez de UNICEF alertó que más de un millón de chicas y chicos en el país no cuentan con acceso al sistema de protección social y casi 300 mil niños pierden el derecho a la AUH por problemas para certificar el cumplimiento de condicionalidades.
La malnutrición ya afecta a un millón 500 mil niñas y niños que residen en hogares que no alcanzan a cubrir una canasta básica alimentaria. El 41,1% de la población entre los 5 y los 17 años tiene sobrepeso y obesidad. No es por abundancia de comida, sino por una ingerir una dieta alta en calorías pero sin nutrientes.
Están mal alimentados y rinden peor en la escuela. Sólo el 21% de los menores de 3 años accede a servicios de educación y cuidado y persisten dificultades sociales para el acceso a una cobertura de calidad en salas de 4 y 5 años.
UNICEF advirtió que más de 500 mil adolescentes están fuera de la escuela y apenas la mitad de los que ingresan al secundario logran terminarlo en los plazos esperados. Además, 7 de cada 10 estudiantes no alcanzan un nivel satisfactorio en matemática y 4 de cada 10 pibes reprueban en lengua.
Las niñas sufren aún más la vulneración de derechos en condiciones de hacinamiento, ausencia de educación sexual y violencia económica. 2.500 niñas menores de 15 años fueron madres tras sufrir abuso.
El informe de UNICEF revela que el 70% de los hogares utiliza métodos de crianza violenta, como agresiones verbales y castigo físico.
La desigualdad genera violencia y deriva en «guetos» que la clase media y alta utilizan para resguardar la seguridad material. Los adolescentes privados de libertad comienzan a formar parte del sector más vulnerable de la sociedad. El 28% vivió en la calle y el 78% tuvo dificultades para asistir a la escuela.
Convivimos en la insistencia por endulzar con buenos propósitos al “mercado”, garantizar los fondos de la bicicleta financiera, evitar los enojos del FMI y hablarle al primer mundo como si fuera parte de un coloquio de buenos modales, con hombres de traje oscuro que hablan finito. Los que prometieron mejorar la vida de los argentinos, gobernaron para los intereses especulativos y vuelven a pronosticar tiempos prósperos. Porque de eso se trata: apropiarse de la esperanza de los pobres, con la promesa de un segundo semestre, de un tiempo que alguna vez, sin saber cuándo, podría ser mejor. Lo dicen quienes nunca pasaron hambre, jamás lloraron en la falda de un padre que perdió el empleo ni fueron a clases con los lápices gastados y las zapatillas rotas. Solo por eso, podría sorprenderles el voto castigo en las PASO a pesar de la maquina propagandística que les auguró un domingo de fiesta y globos sobre el escenario.
Ya no se trata de aventurar un cero en la pobreza que terminó siendo récord. Será necesario avanzar en políticas concretas para reducir la mayor deuda de la democracia. Un mandato que debería decidir la eficacia del próximo gobierno. Porque la mitad de los chicos y chicas en la Argentina son pobres y está vez, hay que hacerlo por ellos.