El equipo neozelandés impuso su jerarquía ante la franquicia Argentina y lo derrotó por 19 a 3 en el Orangetheory Stadium en Christchurch, Nueva Zelanda. Fue la primera final de Súper Rugby en la historia para los dirigidos por Gonzalo Quesada.
Jaguares debió resistir la presión rival desde el primer segundo de juego, y lo hizo con un poder de concentración y una intensidad defensiva impecable.
Como era de esperarse, la iniciativa estuvo del lado de los tricampeones, que contaron con la posesión de la pelota y el dominio territorial. Así, Jaguares se limitó a mantener una pulcra defensa (su primer penal fue recién a los 31 minutos) y con el pie de Joaquín Díaz Bonilla para aliviar presión.
Justamente por la patada del 10 llegó la ventaja y el primer momento de cierta comodidad del equipo argentino. Durante ese lapso, si bien no hubo un predominio total, sí hubo otra postura y otra tendencia en el juego.
Pero la defensa local nunca mostró fisuras y obligó a Jaguares a jugar al límite en todo momento. Tan es así, que en una pelota recuperada, el segunda línea Sam Whitelock logró cortarse y Codie Taylor (PT 25m) anotó el primer try del partido.
Luego de que Matías Moroni no pudiese aprovechar la mejor jugada del equipo argentino en el partido (siete fases, avance permanente y dominio del terreno), parecía que llegaba el descanso con el 7-3. Pero no. Porque Crusaders demostró saber leer los momentos del juego y, con el tiempo cumplido, decidió jugar una pelota obtenida en su propio campo y forzó el penal que le dio el 10-3 antes del entretiempo.
Y la paridad lograda en la primera mitad ya no fue tal en el complemento. Crusaders acentuó su dominio y a través de su superioridad en las formaciones, sobre todo en el scrum, comenzó a dominar el partido a su antojo. Jaguares, desbordado en defensa, abusó de las infracciones y pasó a depender de una genialidad para vulnerar al rival. De a poco, el local trabajó cada faceta del juego hasta adueñarse por completo del partido.
A través de la infalible patada de Richie Mo’unga estiró la ventaja hasta el 19-3, mientras Gonzalo Quesada apostó a la frescura de Domingo Miotti y Felipe Ezcurra para sacudir a la sólida defensa rival. Moroni estuvo cerca de nuevo de apoyar en el in-goal neozelandés tras una gran ocurrencia del apertura argentino, pero no llegó.
Así, Crusaders, dueño absoluto del trámite de la final y en control total de cada faceta del juego, dejó correr el reloj a puro oficio. La jerarquía del tricampeón del Super Rugby prevaleció y Jaguares solo pudo ofrecer resistencia hasta el último segundo. El 19-3 quedó sellado a fuego y la ilusión de los argentinos se terminó por esfumar en la fría noche de Christchurch.
Crédito: TyCSports