Tras igualar sin goles en los 90 minutos reglamentarios, el dueño de casa se impuso por 4-3 en los penales y avanzó de ronda. Durante el partido fue ampliamente superior a su rival, que se quedó con 10 a los 57, pero no pudo vulnerarlo.
La selección brasileña de fútbol rompió el jueves el maleficio y clasificó a las semifinales de la Copa América al vencer 4-3 por penales a Paraguay tras el 0-0 de los 90 minutos reglamentarios, vengándose de las eliminaciones por esta vía en la misma instancia de los torneos de 2011 y 2015 ante los «albirrojos».
En el Arena do Gremio hubo dramatismo al por mayor, nada mal para el arranque de los ‘mata-mata’ de cuartos de final. Paraguay, el último equipo en clasificar entre los mejores ocho y jugando con diez hombres durante 40 minutos, logró su objetivo de llegar a los penales ante un Brasil que, sobre todo por lo hecho en el segundo tiempo, había estado más cerca de definirlo en los 90.
La “Verdeamarela” salió a conseguir un gol pronto, pero no lo consiguió. Y a partir del cuarto de hora, Paraguay, apretado en su campo, apostado para la contra, empezó a salir del asedio y a jugar con los nervios del anfitrión, que extrañó al suspendido Casemiro, reemplazado por Allan. El lesionado Neymar observaba todo desde un palco.
Más aún, la chance más clara de la etapa inicial fue de la selección “guaraní”. No hubo festejo porque el gran Alisson ofició de contorsionista, estiró su brazo y tapó un remate ascendente de Miguel Almirón que pedía gol.
Por el lado del Scratch, apenas dos disparos a puerta, ambos conjurados sin problemas –y sin dar rebotes- por el sólido arquero Roberto Fernández.
A la hora del intervalo, Paraguay había alcanzado su objetivo: neutralizar al local y forzarlo a caer en su embudo defensivo. Duro, el equipo del DT Eduardo Berizzo se parecía más al de la marca registrada de su historia que al que exhibió en la fase inicial la filosofía de posesión propia del técnico argentino.
Bastaba observar la cara de Tite delante de su banco para comprobar que el primer tiempo disputado en un estadio que extrañamente lució muchas butacas vacías había sido lo peor versión de la “Verdeamarela” en lo que iba de certamen. Las estadísticas de dominio del balón (67 por ciento para el local, 33 por ciento para su oponente) no tenían correlato en la red.
Al regreso del vestuario, Alex Sandro sustituyó al amonestado Luis Filipe, puesto por puesto. Pero algo cambió, porque Brasil salió a buscar con otra intensidad, con mayor movilidad por parte de sus hombres de ataque. Así llegó, a los 54, la jugada que podría haber cambiado el curso del partido.
Fabián Balbuena bajó a Roberto Firmino cuando ingresaba al área y el árbitro Roberto Tobar no dudó un instante en pitar penal. Pero el VAR le demostró que no, que la falta había sido apenas afuera. El chileno se rectificó, pero le mostró la tarjeta roja al defensor albirrojo. El tiro libre que siguió prolongó la racha negativa de la “Verdeamarela”, que hace casi cinco años que no convierte de pelota parada.
Once contra diez, la cancha se inclinó todavía más. Y se ensanchó, porque Brasil trababa de desbordar por afuera. Fernández atajó un remate de Arthur, el que más probó de media distancia. Gabriel Jesús se perdió un gol increíble.
Everton empezaba a ser cada vez más desequilibrante. Fernández otra vez salvó a su equipo, ante un cabezazo. El sustituto Willian remató al palo con el tiempo cumplido, la primera vez que el “Gatito” no llegó. Todo en medio del monólogo final de los anfitriones, matizado por un par de contras dilapidadas por un Paraguay todo corazón.