Al finalizar su viaje de 5 días en Panamá, el Papa Francisco pidió «una solución justa y pacífica para superar la crisis respetando los Derechos Humanos y deseando el bien de todos los habitantes» de Venezuela.
Además, afirmó que le «asusta un posible derramamiento de sangre» en dicho país y ofreció su ayuda si ambas partes lo solicitan, según manifestó durante el vuelo de regreso de Panamá, adonde acudió el pasado miércoles para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Al ser consultado sobre si el Vaticano respaldaría a Juan Guaidó como presidente de Venezuela, tal como ha hecho una gran parte de la comunidad internacional, Francisco respondió que «sería una imprudencia pastoral y haría daño ponerse de la parte de unos países o de otro».
«Yo apoyo a todo el pueblo venezolano, que está sufriendo. Si yo entrara a decir hagan caso a estos países, o a estos otros me metería en un rol que no conozco. Sería una imprudencia pastoral de mi parte y haría daño», dijo. En este contexto Francisco dijo que no le gustaba que se le definiese como «equilibrado», sino que su comportamiento era «el de un pastor».