Imagen ilustrativa
Investigadores de la Universidad Nacional de Río Cuarto encontraron hasta un 8 por ciento de prevalencia de ratones con anticuerpos del virus Junín en la zona rural de Chucul. Fue una novedad, ya que esta era considerada una región limpia.
La presencia de anticuerpos para ese virus es preocupante porque, si bien en esta parte del país hay desde siempre abundante cantidad ratones de la especie Calomys musculinus, no se habían detectado antes individuos con evidencia de ser portadores efectivos del mal de los rastrojos.
Es una investigación que, con distintas líneas de trabajo, vienen realizando desde hace muchos años docentes del Departamento de Ciencias Naturales, que ahora están centrados en las variables predictoras de abundancia de roedores reservorios de agentes zoonóticos.
Estudian cómo influyen las condiciones en las que viven, las características que tienen los lugares donde hay mayor abundancia de roedores y las variables ambientales que permiten predecir la presencia o la abundancia, y recurren a la teledetección satelital de factores climáticos y ambientales.
Están desarrollando modelos predictivos de la abundancia en relación con variables de historia de superficie de cultivos y calidad de borde para aplicar en poblaciones de roedores reservorios de agentes zoonóticos.
Determinan los valores de abundancia de roedores en diferentes bordes de cultivo; describen por medio de mediciones en terreno y censado remoto la cobertura de vegetación; establecen las relaciones entre variables de calidad de borde y de historia de superficies de cultivos con la presencia y abundancia de roedores; y ven los valores de infección.
El equipo es dirigido por la doctora en Ciencias Biológicas, María Cecilia Provensal, quien, sobre esta prevalencia detectada en la zona aledaña a Río Cuarto, dijo: “Para que se manifieste la enfermedad, los valores de abundancia tienen que superar un umbral. Cuando las poblaciones del roedor están en altos valores de abundancia es más probable la transmisión”.
Los ratones no se enferman, por eso no se habla de contagio. La investigadora explicó: “Este porcentaje de prevalencia no es bajo. La transmisión del virus es de tipo horizontal, de roedor a roedor y eso se logra cuando están bastante contiguas las poblaciones”.
“El lugar de estudio era considerado no endémico, no estaba presente el virus, no había zonas rurales donde se hubiera detectado la presencia del virus en el ratón”, agregó.
Y siguió: “La mayor abundancia de ratones permite que el virus circule más fácilmente y que haya ese contacto roedor-roedor, que garantiza que el virus se mantenga en la naturaleza”.
En estudios de hace más de veinte años, las determinaciones serológicas dieron negativo. Ahora se detectó el anticuerpo circulando en sangre. Esta última es la forma de confirmar si el virus realmente está presente.
Estos animales están permanentemente royendo para desgatar los dientes, los incisivos que tienen crecimiento continuo. Y, si tienen el virus circulando en sangre, lo eliminan por la saliva, además de la materia fecal y la orina.
Esta especie de ratón también ha sido encontrada en la zona urbana de Río Cuarto, en terraplenes del ferrocarril, a orillas del río y en baldíos, cuando se realizaron muestreos en la ciudad hace varios años. Pero, en aquella oportunidad, los roedores dieron negativo al análisis de anticuerpos para el virus Junín.
Los marcan, los liberan y luego los vuelven a capturar
En una laboriosa tarea, de muchas horas en el campo, los investigadores capturan los ratones, les marcan una oreja, los devuelven al medio, y los vuelven a capturar en una nueva visita.
Trabajan generalmente con mucho calor, al rayo del sol, con todos los elementos de bioseguridad, que incluyen botas, guantes, camisas largas y sombreros.
Ni las lluvias, ni el frío son impedimentos para el trabajo, porque los muestreos no se pueden interrumpir.
Llevan a cabo el estudio en un área de 50 kilómetros cuadrados. Cuando hay alta abundancia llegan a capturar más de cien individuos por día, con la colocación de 450 trampas. Los picos poblacionales se dan en otoño.
Hacen muestreos en tres campañas: diciembre, febrero- marzo, abril-mayo; para lo cual conforman un equipo de cuatro personas, que viajan todos los días a la zona.
Como el ratón se mueve de noche, colocan las trampas de día y vuelven para revisarlas a la mañana siguiente.
Por estación, trabajan a campo entre 15 y 20 días. Esto es así en el inicio de la primavera, en el verano y en el otoño; épocas que tienen que ver con el periodo del cultivo y con el ciclo anual de la población de roedores, que comienzan a reproducirse en la primavera y van aumentando hasta llegar a la máxima abundancia en el otoño.
Calomys musculinus es un roedor que en el campo no vive más de seis meses. Hay variantes, que están relacionadas con la época del nacimiento. Los que nacen en el final del periodo reproductivo, cuando termina el verano y empieza el otoño, pueden sobrevivir mejor a las bajas temperaturas y son los que, finalmente, pasan el invierno y pueden llegar a la primavera siguiente. Pero, ninguno supera el medio año de vida.
Mucho más longevos son los individuos sacados de su medio y llevados al laboratorio; donde logran perdurar hasta tres años.
Crédito noticia: Prensa Universidad Nacional de Río Cuarto