Después de dos años, el intendente ingresa en un trayecto donde se define qué lugar de la historia le dedicarán los riocuartenses a su gobierno.
Por Pablo Callejón
En los últimos actos, se lo vio con gesto cansado, adusto, excesivamente serio. La política suele acelerar el impacto del stress y el cansancio, sobre todo, cuando los tiempos de gestión son apremiantes. El intendente Juan Manuel Llamosas ha ratificado en sus dos años de gobierno una presencia permanente, incluso más presente que su gestión. Con el sustento que genera haber sucedido a una administración impregnada de cuestionamientos y la luna de miel en la que descansa un mandato que transita la mitad de su proceso, Llamosas se siente aún contenido en los actos públicos y políticos. La herencia de Juan Jure fue un final desde donde partir. Las fuertes críticas a los servicios básicos que prestaba el municipio durante el gobierno del radicalismo – como barrido, iluminación, recolección de residuos, bacheo y mantenimiento de espacios públicos –, dejaron la sensación de que cualquier cambio sería mejor.
Llamosas no necesitó de grandes anuncios para ser intendente. Le bastó con resaltar los errores ajenos, en un Río Cuarto con “baches en las calles y en la gestión”. Su victoria no se sustentó en un modelo de ciudad, sino en el envión natural de un viento de cambio. Aquel contexto electoral dio vida también a una fuerza con raíces antagónicas a la política tradicional como Respeto. Un 10 por ciento de la población, desencantada con el radicalismo, optó por votar a Pablo Carrizo y un grupo de jóvenes militantes barriales y sociales sin historia en cargos políticos.
Dos años pueden ser un tiempo suficiente para medir objetivos, aunque no definitivo. El intendente no pudo cumplir su promesa de erradicar a Cotreco, aunque le dio un marco legal a un servicio a punto de hacer eclosión. Tampoco pudo resolver el grave problema estructural en las calles de la ciudad. La millonaria inversión en bacheo y largos meses de emergencia vial no lograron esconder, ni siquiera disimular, el deterioro en las arterias de asfalto y de tierra.
Los escándalos políticos por la denuncia penal contra Emilio Simón y la estafa al Edecom derivó en la renuncia del tribuno y un cambio total de la cúpula del ente, aunque las decisiones llegaron tarde, cuando el desgaste había consumido la credibilidad sobre las responsabilidades oficiales. Los hechos no impactaron sobre la imagen del intendente, según señalan las encuestas propias y ajenas, pero dejaron en evidencia la incapacidad del gobierno para anticiparse a los conflictos y sobre todo, para cerrarlos.
El proceso de endeudamiento en dólares es quizás el talón de Aquiles en un gobierno que empieza a advertir como la demanda social crece muy por encima de la recaudación. La crisis económica con alta inflación, fuerte suba de la moneda norteamericana, caída del consumo, alza del desempleo y debacle industrial, dispone un contexto en el que habrá menos recursos para administrar el gasto público y hacer frente a una deuda que se multiplica por la devaluación del peso.
El desgaste de algunas acciones de gestión dispuso salidas abruptas y partidas grises y en silencio, como las del ex secretario de Servicios Públicos, Enrique Novo, ninguneado en plena negociación con Cotreco. Lo que viene parece revelar una oxigenación en el gabinete de Llamosas. Mauricio Dova emerge muy golpeado tras el escándalo con Carolina Torres en la estafa de los cheques y las áreas sociales quedarán muy expuestas por la urgencia que se desprende de los sectores más vulnerables. Cómo ha sido un síntoma de su mandato, el intendente sostiene a quienes provocan el deterioro de la imagen de gobierno. Los cambios surgen como posibles, pero Llamosas aún no da indicios sobre en qué áreas impactarán y quienes lo protagonizarán.
Como el 2 de julio del 2016, son las debilidades de la oposición la principal fortaleza del oficialismo. Sin liderazgos claros, el radicalismo aún sangra por las heridas que dejó el gobierno de Jure y la pertenencia a la alianza política nacional con el macrismo. ¿Con qué lógica argumental Cambiemos puede cuestionar el endeudamiento en dólares después del dislate de volver al Fondo y multiplicar la dependencia del financiamiento externo que implica la matriz del modelo económico de Macri?
Río Cuarto es desde hace años la consecuencia del pragmatismo y la coyuntura, en lugar de un modelo de Estado consolidado en la planificación. Llamosas describe las obras públicas que pudo realizar “en todos los barrios de la ciudad”, la recuperación de los centros de salud las 24 horas, el éxito del Presupuesto Participativo y la conclusión del plan de viviendas que el gobierno anterior dejó empantanado. Son logros sustanciosos, pero que no hacen historia. No definen la ciudad de largo plazo, ni las dificultades estructurales que surgen tras décadas de improvisación. La única obra a contramano de esa lógica es la planta de tratamientos de residuos cloacales, una propuesta imprescindible para el cuidado ambiental y el desarrollo de servicios.
El sesgo de preocupación del intendente surge como un reflejo de los condicionantes internos y los factores exógenos. El gobierno nacional convirtió la economía en un ring de corridas del dólar, timba financiera, dictados del FMI, recesión, pérdida del poder adquisitivo y precios sin techo. Habrá menos recursos y más ajuste. Los municipios enfrentarán una carencia de fondos y serán la primera –a veces, la única- puerta que golpearán los más necesitados. La caja de la Provincia podría ser un salvataje imprescindible cuando los números no cierren. Schiaretti no soltará la mano del intendente aliado en la segunda ciudad de la Provincia, pero el futuro político y económico deja poco margen para las certezas absolutas. El segundo semestre ya ni siquiera es una falsa promesa publicitaria. Propios y extraños advierten que será un duro trance para los argentinos.
Después de dos años, el intendente ingresa en un trayecto donde se define qué lugar de la historia le dedicarán los riocuartenses a su gobierno. Como sucedió en los últimos mandatos, Llamosas goza de mejor imagen que su gestión. Es una apuesta que suele dilapidar gestos complacientes en actos oficiales y hasta permite ganar elecciones. Pero tarde ó temprano la gestión se impone y el pase de facturas puede llegar cuando ya es demasiado tarde.
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