Por Pablo Callejón Periodista
La fábrica modelo trabaja a medio turno, a veces menos, y los despidos se cuentan por decenas. La multinacional de origen brasileño BRF es una de las mayores productoras de alimentos del mundo pero en Río Cuarto, la planta está en su peor crisis. Debería faenar 110 mil pollos por día y está semana no superó los 27 mil. Fue un emprendimiento industrial pensado para la exportación y colisionó con países –entre ellos, Estados Unidos – que buscan cerrar con trabas y subsidios sus fronteras para defender la producción interna. Romper el cerco que impone en Bruselas la Comunidad Económica Europea aparece como una difícil limitante para un gobierno nacional que solo pudo ostentar como ingreso al mundo la venta de un lote de limones a las tierras de Donald Trump.
50 fueron los despedidos en BRF y los 500 trabajadores que aún quedan en la planta temen lo peor. El secretario general del gremio de la Carne, Fabio Oviedo, admitió que habrá más cesantías laborales y el lunes se concentrarán en Plaza Roca para pedirle “a los políticos nacionales” que miren hacia el sur cordobés. Saben que Río Cuarto es un pequeño lunar en la imponencia comercial de la empresa y poco servirá una protesta frente al predio fabril a media máquina. En todo el planeta, BRF emplea a 100 mil trabajadores y tiene una facturación anual de 15 mil millones de dólares a través de las marcas Paty, Campo Austral, Sadia, Dánica, Vienissima, Good Mark, Bocatti, Manty y Delicia. Además, cuenta con más de 13 mil productores integrados, más de 30 mil proveedores y 240 mil clientes globales.
El 30 de mayo de 2016 los directivos de la multinacional se reunieron con el presidente Mauricio Macri para presentarle un plan de inversión de 292 millones de dólares, que incluía la compra de AVEX en Río Cuarto. Dos años después, BRF se encuentra en terapia intensiva y al menos por ahora, la compleja situación no está en la agenda pública de la Nación ni ha encontrado eco en los representantes de Cambiemos en la ciudad.
La productora de huevos fértiles Globoaves es otro de los gigantes que sufre las consecuencias de una abrupta baja en el consumo y la rentabilidad para el sector avícola. Aunque no hubo despidos, desde el gremio admitieron que la empresa tuvo dificultades para pagar aguinaldo y sueldos. En el 2018 se prevé que la producción de carne de pollo crecerá en 1%, reflejando un estancamiento producido desde el 2012. Para la Cámara que nuclea a los productores avícolas del país, “el consumo interno alcanza su límite y el crecimiento de las exportaciones continúa siendo lento”.
A fines del año pasado, el presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), Roberto Domenech, expresó que hay una situación de sobreoferta de la producción avícola por la caída del consumo y frenos en las exportaciones, por lo que debieron adelantar vacaciones. Aseguró que para enfrentar las complejidades del mercado las empresas están comercializando el kilo de pollo por debajo del precio que permitiría cubrir su ecuación de costos. En 2016, la producción había alcanzado las 2,12 millones de toneladas en el país y un año después cerró en 2,02 millones, un déficit de 100.000 toneladas.
Con tasas de interés al 40 por ciento, un dólar impulsado al alza como instrumento necesario para la bicicleta financiera y la burbuja que dispone el Gobierno a través de las Lebac, las expectativas de reactivación del consumo aparecen cada vez más lejanas. El segundo semestre es esa ilusión efímera que se corre una y otra vez, mientras los indicadores económicos se rebelan a la realidad del bolsillo popular. El ministro de Economía Dujovne les prometió al mercado más ajuste con reducción del gasto público y apenas logró un poco de calma en aguas que bajan demasiados turbias. El mundo por el que se desvela Macri no da mejores señales. “Puede que sea momento de salir de la Argentina”, tituló un artículo de la revista Forbes este miércoles 3 de mayo, mientras el Financial Times advierte que «Argentina vuelve a subir las tasas de interés a medida que se desploma el peso”. La agencia Bloomberg, especializada en finanzas, remarcó que los inversores cuestionan la credibilidad del Banco Central y El País de España destacó que la economía argentina «está en medio de una tormenta».
Jumalá es otro reflejo riocuartense de un contexto con caída de en las ventas, alza de costos y pérdida de rentabilidad. En 2012, la familia Las Heras vendió la histórica fábrica en medio de una crisis casi terminal y en 6 años, los vaivenes económicos le impidieron un salto definitivo hacia la resurrección de las finanzas. La tradicional Pyme que llevó sus productos a todo el país hoy prefiere no comercializar en algunas provincias para evitar que el costo del flete se lleve las bulímicas ganancias. Los 55 trabajadores temen en cada jornada el peor desenlace debido a la caída en las ventas y la disminución de insumos. Pablo Bonetto, presidente de la firma, admite que la conjugación de un mercado amarrete y picos inflacionarios obligan a revisar los números casi a diario. “Los costos suben por ascensor y nosotros los trasladamos a los productos por escalera”, ejemplificó el empresario. Aumentar los precios sumaría una derrota aún mayor en la pelea desigual con las marcas monopólicas.
Jumalá tampoco aparece en la agenda política local y nacional. Atrás quedaron las expectativas de exportación y crecimiento, hoy solo queda una penosa subsistencia que pone en jaque a otro de los bastiones de un sueño industrial con pies de barro.