Amores que han costado tanto

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Alejandro Dolina sabe que siempre es recomendable recorrer la vida a contramano, sobre todo si uno sospecha quien ha puesto las flechas del tránsito. La Venganza es la resistencia a la soledad.

Por Pablo Callejón Periodista

Por algunos minutos de la noche de aquel martes preferí sentarme en cuclillas, apoyando la espalda sobre el incómodo paredón del Viejo Mercado y clausurar la mirada a ese entorno de risotadas y aplausos repetidos. No podía percibir el ruido mónotomo de la cinta de casette TDK que giraba en mi equipo Sanyo, ni dormía sobre la cama de pino de una plaza, ni había un libro de Gabriel García Márquez con las hojas marcadas. Pero las voces eran las mismas y si apretabas con seguridad los párpados, te dejabas llevar por ese brevísimo tiempo con el mismo encanto.
Ese flaco de paso compadrito, con saco negro al hombro, conserva una voz herida por amores que han costado tanto, como suelen hacerlo aquellas partidas inevitables que impiden por tantas noches el alivio de un desamor. El artista había advertido que los hombres hacen todo lo que hacen con el único fin de enamorar mujeres y escribió una opereta criolla para contar la historia de un hombre que llevó ese precepto a su último extremo. Siempre el peor lugar del mundo será el bar con parroquianos que se jactan de no haber sufrido por amor. La soledad es un rumor de un coro de tristeza y el enamorado prefiere seguir caminando hacia el barrio del dolor.
Alejandro Dolina nació un 20 de mayo de 1944 en Morse, una localidad cerca de Baigorrita, al noroeste de la provincia de Buenos Aires. Su madre era maestra y su padre un contador, ejecutivo de Plavinil Argentina. Alejandro eligió ser escritor, músico, conductor de radio y de televisión y actor argentino. Aunque realizó estudios de Derecho, Música, Letras e Historia, el creador de La venganza será terrible es simplemente un artista.
El Negro ingresó al inefable mundo de los medios de comunicación a través de una agencia publicitaria. Lo hizo a los 22 años tras conocer a Manuel Evequoz, quien sería inspirador de su personaje Manuel Mandeb. Evequoz pertenecía a la agrupación Montoneros y desapareció durante la dictadura de 1976.
Dolina comenzó a escribir artículos para Satiricón y tras la censura de la Junta Militar, publicó en Humor. Durante los años 80, el escritor se impuso como un autor popular que a la par de sus obras radiales de culto lo convirtieron en un pensador crítico y según lo advirtió su amigo y compañero de andanzas, Gabriel Rolón, en el artista más importante de la Argentina actual.
Ya en 1975 había iniciado el camino de la radio, con participaciones en el programa de Carlos Ulanovsky y Mario Mactas. Allí apareció por primera vez el personaje del Sordo Gancé, un músico improvisado que cierra las noches de bailongo en La venganza será terrible.
El 2 de abril de 1985 debutó con Demasiado tarde para lágrimas, junto a Adolfo Castelo, y desde hace 30 años lidera la audiencia que nunca duerme a medianoche.
“La buena improvisación tiene mucho rigor, si no, es un delirio. El músico de jazz desde luego que improvisa pero dentro de unas escalas. Si no hay rigor establecido anteriormente, eso no es improvisación, es nada”. La reflexión de Dolina se expresa en dos horas de humor inteligente, paseos misteriosos por la historia y la provocación permanente a pensar.
Sus hijos Martín y Alejandro disponen la banda de sonido y acompañan al Sordo que se anima a tararear la música del pogo más grande del mundo, como referencia de una venganza que será siempre rebelde y angelical. Barton y Gillespi son laderos de un cuento de tres, custodiando la espada principal.
Sobre el tablón del escenario de artistas, el Negro nos recuerda que aún no ha llegado ese encuentro con Dios que lo obligue abandonar una vida de encantadores pecados.
Alejandro es esencialmente peronista. De los que creen que solo a través del peronismo los trabajadores hallaron cambios reales que mejoraron sus vidas. No lleva el saco celeste de fiscal justicialista de barrio, pero asume un rol comprometido que delega las falsas objetividades a los mercaderes oportunistas sin corazón.
En el pan y queso de un picado, Dolina siempre elige a sus amigos. Sabe que juega mejor con ellos. “Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables”, escribió el autor de Crónicas del Angel Gris. Y aunque el universo tiende al olvido y la memoria es apenas una resistencia efímera, como la vida misma, el Negro es un recuerdo irremediable de aquellas noches en las que reíamos pensando. Pero esta vez él estaba allí, con esa figura imponente frente a un público devoto que jamás permitiría un silencio de misa.
Alejandro Dolina sabe que siempre es recomendable recorrer la vida a contramano, sobre todo si uno sospecha quien ha puesto las flechas del tránsito. La Venganza es la resistencia a la soledad. La de noches universitarias y del amor no correspondido. Si el universo es una perversa inmensidad hecha de ausencia, en la que uno no está en casi ninguna parte, encender la radio cada medianoche te acercaba a ese mundo a contramano. El flaco desgarbado saludaba al público del Tortoni como en la sala llena del Viejo Mercado y entonces cerraba los ojos para pensar. Como cuando eras un estudiante embobado por la doncella de pelo castaño que ignoraba tus pasos frente al comedor universitario. Y otra vez tenés razón Negro, en la vida sólo existe el amor. Las otras cosas nobles apenas sirven para dignificarlo.

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