Aún quedaban los ecos de cacerolazos, el ruido de piedrazos contra las vidrieras de los bancos, el grito multitudinario de marchas hacia el Concejo Deliberante y los escraches a viviendas de referentes nacionales de la política, cuando arribaron frente a Plaza Roca las primeras máquinas con luces de neón y sonidos de juegos de Play Station. La promesa de construir un casino y generar cientos de puestos de trabajo fue el argumento de marketing político para consolidar un centro de apuestas que en su primer mes de funcionamiento, en diciembre de 2003, recaudó la módica cifra de 23 mil 58 pesos y 15 años después obtiene, en promedio, unos 20 millones de pesos por mes. El concepto de Hotel Casino fue la carta de presentación para la verdadera razón de ser: los tragamonedas.
A diferencia del escenario glamoroso de la ruleta, el blackjack ó el poker, los slots convocan a jubilados, amas de casa y laburantes que dejan parte de sus salarios encantados por la efímera ilusión que nunca será digitada por el azar.
La concesión pertenece al Grupo Roggio, una corporación empresaria que se consolidó en los años de gobierno del peronismo cordobés y extendió sus ramificaciones a millonarios contratos públicos y privados. La integran más de 30 empresas con presencia en Argentina, Uruguay, Perú, Paraguay, Panamá y Brasil. Aunque es Córdoba el centro natural de su poder económico.
El Grupo Roggio tiene negocios en la construcción, la reparación y mantenimiento del transporte de pasajeros, la recolección de residuos y el tratamiento de la basura, el servicio de agua en Córdoba Capital a través de Aguas Cordobesas, la planta de residuos industriales Taym, servicios de software y la oferta de entretenimiento a través de casinos con tragamonedas. Actualmente cuenta con 19 salas de Slots, 1 casino de paño en 17 ciudades de Córdoba y gerencia 4 Hoteles-Casinos de la cadena Howard-Johnson.
En el primer año de radicación en Río Cuarto la recaudación de los slots crecieron 65 veces: en diciembre del 2004, las apuestas ya alcanzaban el millón 501 mil pesos. Los números revelan un sistema de cuantiosos ingresos sustentados en el bolsillo de una clase media o media baja. Desde su apertura hasta abril de 2016, las slots devoraron 693,385,509 pesos, dejando en impuestos al municipio apenas 27,734,498, un magro 4 por ciento del total recaudado. El pico de crecimiento fue en el 2008 y luego acompañó las subas inflacionarias, convirtiendo a Río Cuarto en una plaza siempre rentable para los intereses del grupo económico cordobés.
Pese a los intentos infructuosos del municipio por limitar el horario de apertura y cierre, la sala permanece abierta desde las 11 de la mañana hasta las 7 horas del día posterior. Los taxistas son testigos de cómo jubiladas y amas de casa salen del banco con sus bulímicos haberes y apuestan en el Casino hasta perderlo todo.
En el 2015, la recaudación de los slots subió a 103 millones 264 mil pesos y un año después se elevó a 171 millones 275 mil pesos. En enero del 2017, las tragamonedas se llevaron 16 millones 316 mil pesos y en diciembre del mismo año ingresaron 21 millones 323 mil pesos, un 34 por ciento más. En total, el año pasado el Casino recaudó 230 millones 324 mil pesos. En enero del 2018 los números parecen ratificar el nivel de fondos con 20 millones 487 mil pesos.
Aunque en toda la Provincia los casinos generan 716 puestos de trabajo con un sueldo bruto promedio de 38 mil pesos, el alto costo social promueve un movimiento de dinero que solo en Río Cuarto se llevó en el 2017 el equivalente a 25 mil salarios mínimos.
Las maquinitas siguen marchando y no hay crisis que les valga. Hace 14 años llegaron para quedarse bajo el resguardo de un inventario de luces de colores, sin otro as en la manga que la ambición que todo lo puede.