En la previa al 8M, polémica por el Consejo Municipal de la Mujer

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Columna|Pablo Callejón
La concepción del Estado paternalista, de protección machista. La sociedad que se pone los pantalones largos y te da “un buen bife a tiempo”. La cultura de chicos con autitos y niñas con juegos de cocina. La foto del puño que amenaza y la mujer sumisa esperando el golpe. La decisión de ellos sobre ellas, de sus cuerpos, de sus salarios, de sus tiempos, de sus cargos, de sus vidas. El país que espera la mesa servida y la señora sin chistar. La Argentina del no va más y del Ni una menos.
El 8 M no lanza proclamas al viento, las convoca al paro. Las mujeres impulsan esa revolución en la que deciden por sí mismas y el eco de masivas movilizaciones las encuentra resueltas a un cambio que no pide permiso.
En el último encuentro nacional apostaron por una construcción colectiva para luchar contra el sistema explotador, patriarcal y opresor. Se sustentaron en siete pilares: autogestión, autoconvocatoria, democracia, pluralidad, autofinanciamiento, federalismo y horizontalidad. Apostaron a la construcción desde el consenso, la diversidad y la igualdad, con el objetivo de transformar lo aprendido, lo impuesto y lo establecido.
En nuestro país, las mujeres ganan en promedio un 27,2% menos que los varones. Desde el 2003, la brecha salarial ha disminuido levemente en el empleo registrado y aumentó para el empleo no registrado, en donde es mayor el porcentaje de mujeres con trabajos más precarizados y peor pagos. La degradación clasista se sustenta en un sistema en el que los cargos con poder decisión están mayoritariamente en manos de los hombres.
En Río Cuarto nunca una mujer fue elegida intendenta por el voto popular. Desde el gobierno de Moises Irusta en 1883 hasta la actualidad solo dos mujeres alcanzaron en forma temporal y por intervenciones de facto el Sillón de Mójica. En 1962 hubo un brevísimo paso de la escribana Clara Toniutti de Casas y en 1975 fue designada Delia Castaño de Rodríguez Vázquez. Históricamente fueron relegadas en la elección de cargos con estructuras partidarias rancias y de acceso discrecional.
El cupo fenemino en las bancas tampoco alcanzó para romper el predominio de hombres en la presidencia del Concejo Deliberante. La representación parlamentaria nacional dispuso las bancas de Griselda Baldata, Ana Richter de Avallay, Estela Garnero y Adriana Nazario. En la mayoría de los casos, los nombres surgieron a partir de la obligatoriedad del “50 y 50” en las listas.
Las estructuras políticas que definen la elección del defensor del Pueblo nunca designaron a una mujer, desde la creación de la figura del Ombudsman en 1996.
El gabinete municipal del intendente Juan Manuel Llamosas es otro síntoma revelador del influjo de los hombres en cargos que definen la vida de todos y de todas. En las 8 secretarías no hay una sola mujer a cargo y entre las 21 subsecretarías, hay 5 responsables mujeres: Sara Bergessio (Mujer), Ana Medina (Niñez y Adolescencia), Mercedes Novaira (Educaciòn y Culto), Irina Terzaghi (Hacienda) y Daniela Miranda (Derechos Humanos)
En las instituciones sociales y barriales, el deporte, las empresas, los organismos públicos y hasta en los ámbitos académicos, la desigualdad de género se impone viciada por pre conceptos aún latentes.
Desde su fundación en 1922, el Centro Comercial, Empresario, Industrial y de Servicios nunca tuvo como máxima autoridad a una mujer. En la comisión directiva actual, el liderazgo femenino solo se revela en las cámaras de Agencia de Viajes y Turismo, de Empresas de Mensajería, Centros Educativos Privados y de la Alimentación.
En las vecinales, hay 17 presidentas de asociaciones entre las 47 que cuentan con comisión directiva, aunque la presidenta del Círculo Vecinal es Teresa Díaz, una mujer que logró imponerse en un contexto subordinado al mandato de los hombres.
La Sociedad Rural de Río Cuarto, creada en 1938, no revela entre sus mandantes la imagen de una mujer. Siempre estuvo bajo el predominio de productores hombres que definieron las políticas del principal eje económico regional. Solo una mujer integra la comisión actual y lo hace como vocal, se trata de Ana Laura Vasquetto.
Entre los dos principales clubes deportivos, la irrupción de Nancy Rama como titular de Atenas, provocó un cambio histórico para la vida del conjunto albo. En Estudiantes, en cambio, son los hombres quienes deciden sobre su vida institucional.
La Universidad tampoco ha logrado imponer a una mujer como rectora. Desde Juan Carlos Pereyra Pinto hasta Roberto Rovere, en sus 46 años de desarrollo académico los máximos responsables siempre fueron hombres. En la conducción actual, de 10 secretarías solo dos están en poder de mujeres: la Académica conducida por Ana Vogliotti y la de Posgrado, al mando de Gabriela Maldonado.
Las facultades anticipan un cambio que aún espero ser definitivo en el paradigma político y de género. Miriam Martinello conduce Ingeniería, Susana Panella Económicas y Marisa Rovera Exactas. Además, en Humanas y Exactas las vice decanas son mujeres.
En la representación laboral, entre los 47 sindicatos que integran la Confederación General del Trabajo en Río Cuarto, apenas 2 tienen una mujer al mando. Cristina Fernández en ATSA y Rosana Sesin en Amas de Casa, son la excepción en una mayoría de hombres. En la Central de Trabajadores Argentinos el desequilibrio de género persiste entre los 9 gremios que componen la organización gremial: Marta Maezo está al frente del Cispren, Silvia Alcoba en el Movimiento de Acción Popular y Valentina Noroña en la Unión de Trabajadores de la Salud.
Aunque en Río Cuarto viven 119.929 varones y 126.214 mujeres – según el último Censo del 2010 – emerge un abusivo predominio del hombre en los cargos que resuelven la dinámica individual y colectiva de la ciudad. La segregación sexista atenta contra el correcto funcionamiento de la vida institucional y la ausencia de una visión femenina impide que estas sean parte del diseño y alcance de las políticas sociales. El grito masivo del 8M por una sociedad más igualitaria sustentada en la diversidad, desnuda las estructuras de un Estado patriarcal que padece el otoño de sus propias miserias.

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