El papa Francisco dispuso que los sacerdotes tendrán la «facultad de absolver» a quien haya cometido el «pecado grave» del aborto, decisión dada a conocer este luines en un documento dedicado a trazar un balance del Jubileo Extraordinario de la Misericordia que terminó el domingo.
«Para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto», dispuso el Obispo de Roma en la carta apostólica «Misericordia et Misera», divulgada este lunes por la Santa Sede.
«Cuanto había concedido de modo limitado para el período jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo, no obstante cualquier cosa en contrario. Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente», agregó el Pontífice, en referencia a una normativa similar que había establecido para el Año Santo iniciado el 8 de diciembre y culminado ayer con una multitudinaria ceremonia en Plaza San Pedro.
«Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre», reforzó el Pontífice.
«Por tanto, que cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los penitentes en este camino de reconciliación especial», agregó en referencia a lo que en una entrevista divulgada ayer por el canal católico Tv2000 había definido como «horrendo crimen» que es el «grave pecado» del aborto.
«Termina el Jubileo y se cierra la Puerta Santa. Pero la puerta de la misericordia de nuestro corazón permanece siempre abierta, de par en par», agregó el sucesor de Pedro en la carta apostólica en la que sentencia que «la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio».
En total, según anunció este lunes el responsable del Jubileo Rino Fisichella en conferencia de prensa al presentar «Misericordia et Misera», participaron del Año Santo en Roma 21.292.926 personas de 156 países y «entre 900 y 950 millones de fieles en todo el mundo».
Hasta ahora la facultad del perdón al pecado del aborto, que incluye a todos los involucrados, incluidos médicos, que lo practican, estaba reservado sólo a los Obispos.
En el documento firmado el domingo, el Papa dispuso además que «como otro signo concreto de este Año Santo extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada Mundial de los Pobres».
Esta jornada, basada en el Jubileo de las personas socialmente excluidas que encabezó en el Vaticano a mediados de noviembre, explicó Francisco, «constituirá también una genuina forma de nueva evangelización, con la que se renueve el rostro de la iglesia en su acción perenne de conversión pastoral, para ser testimonio de la misericordia».
Más allá de la nueva normativa sobre el pecado del aborto, Francisco aprovechó para destacar el «carácter social» de la misericordia y criticar el contexto mundial en el que «todavía hay poblaciones enteras que sufren hoy el hambre y la sed, y despiertan una gran preocupación las imágenes de niños que no tienen nada para comer».
«Grandes masas de personas siguen emigrando de un país a otro en busca de alimento, trabajo, casa y paz. La enfermedad, en sus múltiples formas, es una causa permanente de sufrimiento que reclama socorro, ayuda y consuelo. Las cárceles son lugares en los que, con frecuencia, las condiciones de vida inhumana causan sufrimientos, en ocasiones graves, que se añaden a las penas restrictivas», agregó.
«El analfabetismo está todavía muy extendido, impidiendo que niños y niñas se formen, exponiéndolos a nuevas formas de esclavitud. La cultura del individualismo exasperado, sobre todo en Occidente, hace que se pierda el sentido de la solidaridad y la responsabilidad hacia los demás. Dios mismo sigue siendo hoy un desconocido para muchos; esto representa la más grande de las pobrezas y el mayor obstáculo para el reconocimiento de la dignidad inviolable de la vida humana», sentenció.
En esa línea, denunció que «no tener trabajo y no recibir un salario justo; no tener una casa o una tierra donde habitar; ser discriminados por la fe, la raza, la condición social…: estas, y muchas otras, son situaciones que atentan contra la dignidad de la persona, frente a las cuales la acción misericordiosa de los cristianos responde ante todo con la vigilancia y la solidaridad».
La Carta Apostólica toma su nombre de las dos palabras que san Agustín usa para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera, según recordó el papa Francisco en la introducción.
«No podía encontrar una expresión más bella y coherente que esta para hacer comprender el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador: ‘Quedaron sólo ellos dos: la miserable miseria y la misericordia'», explicó el Pontífice.