Ante más de 70.000 personas en Plaza San Pedro, el papa Francisco puso fin este domingo al Jubileo.
Telam – «Pidamos también nosotros el don de esta memoria abierta y viva. Pidamos la gracia de no cerrar nunca la puerta de la reconciliación y del perdón, sino de saber ir más allá del mal y de las divergencias, abriendo cualquier posible vía de esperanza», destacó Francisco tras cerrar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, la última de las 10.000 abiertas en todo el mundo para la celebración del Año Santo que terminó este domingo.
«Como Dios cree en nosotros, infinitamente más allá de nuestros méritos, también nosotros estamos llamados a infundir esperanza y a dar oportunidad a los demás», pidió el Pontífice en una multitudinaria ceremonia a la que asistieron, entre otros dirigentes de todo el mundo, el Primer Ministro y el Presidente de Italia, Matteo Renzi y Sergio Mattarella, a quienes agradeció «la colaboración y el esfuerzo».
«Porque, aunque se cierra la Puerta santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza», agregó el Obispo de Roma en la última actividad del Jubileo del que, sólo en la capital italiana, participaron más de 21 millones de personas.
Después de rezar en silencio y escuchar por última vez el himno jubilar «Misericordes Sicut Pater», el Papa cerró solo la Puerta Santa a las 10 locales (6 de Argentina), que permanecerá así cerrada hasta el próximo Jubileo Ordinario, previsto para 2025.
Antes de firmar la Carta Apostólica «Misericordia et Misera» que divulgará mañana a modo de reflexión final del Año Santo, Francisco afirmó que «para acoger la realeza de Jesús, estamos llamados a luchar contra esta tentación, a fijar la mirada en el Crucificado, para ser cada vez más fieles».
«Cuántas veces en cambio, incluso entre nosotros, se buscan las seguridades gratificantes que ofrece el mundo. Cuántas veces hemos sido tentados a bajar de la cruz. La fuerza de atracción del poder y del éxito se presenta como un camino fácil y rápido para difundir el Evangelio, olvidando rápidamente el reino de Dios como obra», reflexionó durante su homilía.
«Este Año de la misericordia nos ha invitado a redescubrir el centro, a volver a lo esencial. Este tiempo de misericordia nos llama a mirar al verdadero rostro de nuestro Rey, el que resplandece en la Pascua, y a redescubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es acogedora, libre, fiel, pobre en los medios y rica en el amor, misionera».
«La misericordia, al llevarnos al corazón del Evangelio, nos exhorta también a que renunciemos a los hábitos y costumbres que pueden obstaculizar el servicio al reino de Dios; a que nos dirijamos sólo a la perenne y humilde realeza de Jesús, no adecuándonos a las realezas precarias y poderes cambiantes de cada época», animó.