El héroe de la aviación nacional, con destacado desempeño durante el conflicto de Malvinas, reivindicó aquel proceder. “Tuve la bendición de defender a mi patria y por un tiempito lograr lo que soñé toda mi vida”, afirmó.
PRENSA UNRC – Forma parte de la historia de este país. Fue una pieza importante de la valerosa aviación argentina que tuvo un desempeño notable en inferioridad de condiciones durante la guerra de Malvinas. Y ahora recorre el país para dar testimonio de aquello tan caro a la memoria y el sentimiento de este pueblo.
En este marco, el comodoro retirado Pablo Marcos Rafael Carballo, conocido como Capitán Cruz Carballo, llega hoy a Río Cuarto para ofrecer, a partir de las 16,30 en el Salón Blanco de la Municipalidad de Río Cuarto, una conferencia titulada: “A 34 años del conflicto de Malvinas (1982-2016). Experiencias en primera persona acerca de la gesta de Malvinas”. Lo hará invitado por la Secretaría de Extensión y Desarrollo de la Universidad Nacional de Río Cuarto y el Museo Tecnológico Aeroespacial.
Carballo participó del hundimiento de varios navíos ingleses. Y sufrió tres ataques, el más riesgoso fue el del 23 de mayo de 1982, cuando su avión fue dañado por la explosión de un misil que lo impactó debajo del ala izquierda, oportunidad en la que este avezado piloto, al ver que los comandos del avión respondían, en lugar de eyectarse, como tenía planeado, inició un penoso vuelo de regreso, que logró con éxito.
Es un célebre aviador argentino porque se destacó durante la guerra. Obtuvo su mayor victoria el 25 de mayo de 1982, cuando él y la escuadrilla a su comando dañaron gravemente la Fragata Tipo 22 clase Broadsword.
Este hombre vivió en Río Cuarto durante cinco años, donde debió librar una dura batalla personal, al ver en riesgo a su mujer y su hijo por nacer. Tiene una hija egresada de esta Universidad. Cuenta 68 años, juega al tenis y hace pesas livianas y gimnasia. Y ha practicado esgrima, remo, natación, básquet, rugby, fútbol, boxeo, karate, volley, tiro, triatlón y maratones de media distancia.
A los 19 años, ingresó a la Escuela de Aviación Militar y se recibió con el grado de Alférez en 1971. En 1972 realizó el curso de aviador militar y en 1973 la especialidad de piloto de caza. El 23 de abril del ‘82 sobrevoló las Islas Malvinas por primera vez y allí ocurrió la hazaña que lo catapultó a ocupar un lugar en la historia de estas tierras.
Piloteó un avión por última vez hace tres años, cuando le prestaron los comandos de una nave que lo trasladaba a Tandil, donde dio una conferencia, como la que ofrecerá hoy en Río Cuarto.
“Inglaterra nos quitó nuestro territorio por la fuerza. Y previamente, en 1806 y 1807 con las invasiones inglesas trató quedarse con todo. Como no pudo, tomó las Islas Malvinas”, afirma.
Piloto y héroe de guerra, fue varias veces condecorado por su participación en el Conflicto del Atlántico Sur. El comodoro retirado Pablo Rafael recibió los máximos galardones, entre ellos: La Nación Argentina “Al Heroico Valor en Combate”, Honorable Congreso de la Nación “A los Combatientes de Malvinas” y Distinción Número 1 de la Fuerza Aérea Argentina “Al Combatiente de Malvinas”.
Ahora está radicado en Córdoba, donde ejerce como docente y se dedica a escribir libros. Desde allí respondió a esta entrevista:
– ¿Cuántas horas de vuelo tiene?
– Aproximadamente, unas cinco mil horas.
– Unas cuantas…
– No es tanto, si se ve que hay colegas que tienen 15 mil. Pero es el caso de pilotos de transporte, que hacen vuelos mucho más largos. El avión de combate vuela muy rápido, pero son más cortos los vuelos por esa razón.
-¿Sigue volando?
– Ahora sólo vuelo simuladores o cuando alguien me lleva en avión y me presta los comandos. La otra vez fui a dar una conferencia a Tandil y me llevaron en avión, a la vuelta me ofrecieron volar un rato y acepté, y como no me pedían que los devolviera aterricé y todo. Es como andar en bicicleta, no se olvida.
-¿Por qué quiso dedicar su vida a surcar los cielos con una aeronave?
– Yo soy hijo de un precursor de la Fuerza Aérea, que es el capitán Pablo Raúl Carballo (navegador). Y tengo un hijo, que es el capitán Pablo Esteban Carballo (artillero).
Yo nací entre aviones, entre oficiales de la Fuerza Aérea, y nunca se me ocurrió hacer otra cosa. Siempre amé volar y ahora amo volar. Y, si pudiera, seguiría volando, pero nadie me deja por la edad. Los reflejos ya no son los mismos.
-¿La cuestión física es importante para un piloto?
– Es una actividad muy exigente. Especialmente, para aviones de combate, donde no puede haber personas gordas. Se necesita mucho estado físico, correr y tener mucha fuerza.
-¿Cuántas veces vio de cerca a la muerte?
– La vi muchas veces y no sólo en la guerra. Creo que mi ángel de la guardia está en terapia intensiva. Me he salvado muchas veces. En combate, me alcanzaron tres días diferentes, en tres misiones me pegaron en el avión; fueron el día 23 de mayo -de 1982, en Malvinas- estalló un misil en mi ala izquierda, que dañó el tanque suplementario y demás. El 25 de mayo, me pegó una esquirla grande en el ala derecha, que rompió el tanque de combustible. El 27 de mayo, me pegaron en seis lugares diferentes del avión, uno delos agujeros era grande como una sandía.
-¿Cómo pudo seguir, con semejante impacto?
– Porque Dios quería que yo hiciera más méritos antes de ir para arriba.
-¿Cree en la influencia de lo divino en estas situaciones riesgosas de las que salió airoso?
– Estoy seguro de que Dios existe. Y creo que ha tenido muchísimo que ver en mi vida, tanto es así, que me indicativo es “Cruz”, por la cruz de Cristo y por la cruz del Sur, lo elegí en 1972, cuando me recibí de piloto.
-¿Dice que vio la muerte no sólo en la guerra?
– Tuve una emergencia muy grave en un avión A-4, cuando se rompió el compensador, que se iba hacia atrás. Fue en el peor momento, que es el del despegue. Y me salvé. También, cuando era chico, iba en la parte trasera de un camión de la Fuerza Aérea que en que viajaba mi padre en la cabina, se volcó y yo quedé debajo de troncos inmensos, que se trasladaban, pensaban que estaba muerto, pero salí ileso. Y de esas tengo unas cuantas más…
– Tuvo que ver también la muerte de otros…
– He visto la muerte de camaradas y de mis enemigos, que en realidad no son mis enemigos. Mis enemigos son los políticos de ese país, que es perverso, que se ha apoderado de 90 territorios del mundo, que es casi la mitad de los países existentes, para vivir como reyes, a costa de la pobreza de otros.
-¿Los soldados británicos no son sus enemigos?
– No. Los combatientes ingleses son mis amigos. Tengo cuatro amigos muy especiales, que han escrito para mis libros, que estaban en un buque que yo hundí. A uno de ellos, lo enterré vivo con una bomba, lo desenterraron sus compañeros, y él escribe para mis libros.
-¿Ha lamentado las muertes de sus camaradas y de sus contrincantes?
– Exactamente. Lo he lamentado por las viudas y los huérfanos de los dos bandos, víctimas de los injustos del mundo. Se sufre mucho por eso. Uno tiene una gran mochila en la espalda. Yo deseo nunca jamás volver a entrar en guerra, pero si es necesario no dudaría en volver a combatir.
-¿Vive con culpa el hecho de haber provocado muerte?
– Se tiene culpa cuando se hace algo injusto. Siento dolor, pero no culpa. Nunca, jamás, soñé con la guerra. Yo, como todo el mundo, sabía que las Malvinas son argentinas. El mundo entero lo sabe que Inglaterra no tiene derechos soberanos sobre 90 territorios en el mundo. Toman lo que quieren y después inventan algún derecho soberano. Son uno de los cinco dueños de las Naciones Unidas y ellos deciden sobre todo.
-¿Tiene contabilizadas las muertes que pudo haber provocado con su accionar?
– No. Eso lo puede hacer sólo una persona muy enferma
– Ud. fue alcanzado por el ataque enemigo en tiempo de guerra. ¿Cómo vivió esos momentos?. ¿Sintió miedo?. ¿Cómo se resuelven las cosas en esas circunstancias?
– Me pasaba algo muy raro. Tenía muchísimo miedo cuando estaba en alerta, esperando para salir. Y el miedo se me pasaba por completo cuando estaba en el aire.
-¿Cómo se logra eso?
– Uno se prepara durante toda una vida para una misión. El que sigue su vocación y ama lo que hace, está preparado. Se sabe que hay vidas que dependen uno, hay una patria que quiere recuperar lo que le pertenece. Uno se prepara para defender lo suyo. Y uno sabe que tiene muchísimas probabilidades de morir. Uno va pensando. Todo ocurre a mil kilómetros por hora, pero transcurre en cámara lenta. Se ve todo despacito, los misiles, las explosiones, todo explota a su alrededor y al mismo tiempo uno va pensando en su mujer, en sus hijos, piensa que si se muere se va con Dios y al mismo tiempo piensa `en cualquier momento, reviento`.
-¿Conocía el paisaje de Malvinas antes del conflicto?
– No. Yo sobrevolé ese lugar por primera vez el 23 de abril antes de que comenzaran las hostilidades. Pero, mi padre ya me había enseñado sobre Malvinas y sobre la patria. Por eso, creo que ya las conocía y las amaba. En la secundaria gané un concurso que se llamaba `una provincia argentina` sobre las Islas Malvinas. Las conocía de punta a punta y soñaba con recuperarlas.
-¿Por qué vio en la escritura una necesidad para su vida?
– Porque soy hijo de una familia de escritores: mi tío abuelo, Amado Villanueva es uno de los más reconocidos escritores de Entre Ríos. Mi abuelo escribía y mi madre también. Mi hermana es escritora. Yo escribo desde chiquito. Mi primer libro lo terminé a los 17 años y se llamaba Poema número cien. Ahora ya llevo seis libros. Creo que volví de la guerra, porque Dios me mandó para que escriba. Lo que está escrito dura una vida y va de mano en mano.
– Y también hizo docencia…
– Cuando pedí mi retiro siendo comodoro de la Fuerza dije que no quería ningún cargo. Pero, después acepté ser profesor de los cadetes de la Escuela de Aviación Militar. Y a partir de ahí arranqué. Después pasé a ser profesor de todos los instructores de todo el país. Y soy profesor de un curso de instructores en el Instituto Universitario Aeronáutico.
– Ya como Vicecomodoro, fue destinado a Río Cuarto, donde llega para desempeñarse como Jefe del Centro de Ensayos de Armamento y Sistemas Operativos.
– Sí. Entre el ’93 y el ’98.
-¿Cómo fue su paso por nuestra ciudad?. ¿Qué cosas recuerda con mayor cariño de estas tierras y esta gente?
– Tengo excelentes recuerdos. Me paso algo muy fuerte que me une con Río Cuarto. Estando allí, mi esposa tuvo a los 46 años un embarazo de altísimo riesgo, con peligro de muerte para ella y el bebé. Fue terrible estuvo seis meses en una cama inmóvil. Ahí recibimos el apoyo de toda la gente de Río Cuarto. Pasó cuatro operaciones, estuvo al borde de la muerte. Y recibí mucha ayuda. Un día pedimos cuatro dadores de sangre y al otro día había veinte. Y se salvaron los dos, mi mujer y mi sexto hijo, Tomás Ignacio, que hoy tiene 19 años. Ahí la heroína de esa guerra fue mi señora.
– A 34 años del conflicto de Malvinas, ¿Cree que los adultos de hoy podremos ver que se reconozca a ese suelo como argentino?
– Hay dos tipos de personas. El argentino y el que vive en la Argentina. Este país es muy bello y, por eso muy ambicionado por los que necesitan agua, petróleo, tierras cultivables. En ese marco, nos educan para vivir divididos y para tener vergüenza de lo que tenemos que tener orgullo. Y mucha gente le hace caso a eso, son los que nada más les importa el partido del domingo y comer un asado y nada de su Patria. Y están los que cultivan la verdad y defienden lo que les es propio. Y a la verdad hay que defenderla, esas islas son nuestras, ellos son unos ladrones que viven como reyes con el hambre de los demás.
-¿Fue necesario aquel conflicto armado del ‘82?
– Totalmente, porque ellos estaban por hacer de las Islas Malvinas un país libre, para que en realidad siguiera siendo colonia, como pasó con Belice. Y, en este momento, está ocurriendo lo mismo. Están tratando de hacer un país libre. Los kelpers dicen tenemos petróleo, tenemos pesca. No es de ellos, es nuestro.
– ¿La guerra pudo haber sido la solución?
– Ahora el mundo sabe que los argentinos existimos. A los ingleses lo único que les entra es el dinero y el orgullo.
– ¿Fue oportuno o se debió haber dejado en manos de negociadores diplomáticos esta cuestión?
– Lo dejamos en manos de negociadores diplomáticos durante 150 años. Nos faltaron el respeto siempre. Ellos pensaban que iban a recuperar las islas en un día y les llevó 74. Ellos van metiendo ideas en nuestra propia gente, porque tenemos gente que se vende por muy poco. Que haya periodistas que hablen de `esta desgraciada guerra` es tristísimo, porque es como la de San Lorenzo, la guerra de la Independencia, Maipú, Chacabuco, Cancha Rayada. Nunca es desgraciado defender la patria.
-¿Siente orgullo de haber sido protagonista de aquella guerra?
– Pienso que es una bendición, aunque dolorosa. Tuve la bendición de defender a mi patria y por un tiempito lograr lo que soñé toda mi vida. Y, al mismo tiempo, el dolor de haber tenido que tirar contra un hermano, por culpa de los políticos injustos.
-¿Por qué cree que aún no hemos podido imponernos con nuestra posición en este reclamo histórico?
– Porque es todo una gran mentira. Los poderosos se pelean por arriba y se dan la mano por abajo. La verdad es que son nuestras y que son ladrones. No se puede hablar de autodeterminación, porque eso es para pueblos autóctonos, no para ladrones que se metieron en 90 países del mundo.
-¿Volvería a pelear por Malvinas con el uso de las armas?
– Yo deseo que no. Pero, si pasan otros 150 años hay que volver a pelear. No hay que dudarlo. Es suficiente paciencia.