San Luis – Siempre me he preguntado por qué mi papá no pudo ser como los otros, por qué no me quiso como papá. Yo quería un padre normal, uno bueno”. Mariana M. cuenta en una carta que se decidió a escribirla porque le cuesta hablar. Las palabras que no logra que salgan de su boca las volcó en un papel. Espera que sean una especie de conjuro contra la idea que alguna vez se le cruzó por la cabeza: suicidarse porque su padre abusaba de ella y de su hermana. Y que su decisión de hacer público su testimonio tenga el mismo efecto contra el silencio de otras víctimas.
El sufrimiento por las agresiones sexuales se acrecentó con los años, porque aunque su madre denunció a su padre en 2007 y eso le puso fin a los ataques, durante nueve años la Justicia no reaccionó y no les dio ninguna respuesta.
Recién el miércoles 15 de junio de este año, el hombre, J.M., fue detenido. Unos días después el juez de Instrucción Penal Nº 1 de San Luis, Sebastián Cadelago Filippi, lo procesó y encarceló.
Pero Mariana, de 18 años, su hermana Brenda, de 24, su mamá Carina y su hermano de 13 años viven con el temor latente de que el presunto abusador sea liberado. Ésa es la pretensión del imputado. La semana pasada, su abogado, Marcelo Escudero Gauna, pidió la excarcelación y el juez Cadelago Filippi se la denegó.
En los primeros días de julio, después de que su padre fue enviado a prisión, la mayor de las víctimas, Brenda, se animó a contarle su testimonio a El Diario, en una entrevista en tribunales, el día que fue a pedir que el juzgado le diera contención psicológica.
Contó que su hermana no quería hablar con nadie de lo que había sufrido. Contra el diagnóstico de un psicólogo de que sufría un bloqueo mental que le impedía recordar los abusos, Mariana les aseguraba a ella y a su madre que no estaba bloqueada. “Me dijo ‘yo no tengo un bloqueo, siempre me acordé de todo, pero no me gusta hablar de ese tema, no quiero’. Siempre que hablamos de esto ella llora, llora. ‘Me da vergüenza hablar de eso, no quiero’, dice”, recordó Brenda.
Ella y su mamá optaron por no presionarla. Pero hace unos días, Mariana sintió que las palabras que no podía pronunciar la iban a hacer implosionar. Escribió. Su hermana, con el consentimiento de ella, le pidió a El Diario que las publique: “Me siento tan mal, no sé cómo explicarlo, hoy no puedo dormir, hay veces en las que no puedo comer y otras en las que sólo quiero dormir. Yo fui abusada psicológicamente y físicamente, se me cruzó muchas veces quitarme la vida, pero no tuve valor suficiente. Además ¿qué culpa tengo de sus errores como padre? ¿Qué puedo decir de eso? ¿Qué es horrible? Eso ya muchos lo saben y no soy la única”, manifestó Mariana, después de contar que siempre se preguntó por qué no le tocó tener “un padre normal, bueno”.
“Pero ¿qué pasa con esas personas que no pueden decirlo, que quizá se lo llevan a la tumba? Yo puedo decirlo, quizá demasiado tarde, quizá no debí decirlo, pero ya lo hice. Esto no es una carta suicida, sólo es una confesión, algo que con palabras de mi boca no puedo decir y quizá jamás lo diré. Puede que esto nadie lo lea, puede que se haga viral, pero eso no me importa”, dijo.
Mariana quiere pedir disculpas a las personas que quiere: “A mi hermana, por no haberla apoyado cuando de verdad lo necesitó. A mi madre, por haberla herido con palabras que nunca debí haber dicho. A mi hermano pequeño, por descargar mi ira en él”, afirmó.
Sabe que todo lo que sufrió ha incidido en su forma de ser, de comportarse ante los extraños: “Quiero pedir disculpas a las personas que no conozco por ser ‘rara’ a la vista, y además haber sido arrogante cuando me siento intimidada, es lo que soy, es lo que me dejé que me hicieran…”. Luego intenta no autoflagelarse: “No puedo torturarme con esto, soy joven, tengo 18 años”.
“Hoy en día –contó Mariana en su carta– mi mente me sigue atormentando, pero sé que puedo vivir con esto, he vivido todos estos terribles años, ¡sé que estaré bien! Y seguiré adelante aunque no quiera, ¡aunque sea difícil!
Esto es lo que siento, lo que he sufrido y sufriré el resto de mi vida, pero hay cosas peores que éstas”.
La chica aclara que no busca compasión. “Si alguien lee esto no quiero que se sienta mal por mí ni por mi familia, que también sufrió. Sólo quiero que se den cuenta que tal vez se sienten mal por cosas menores. Y si son cosas peores, hablen o escríbanlo como yo. Puede ser anónimo o no. En mi caso, no: soy Mariana, fui abusada por mi padre de sangre y por suerte puedo vivir con ello”.
Le reservo el último párrafo a su esperanza de que la causa judicial por los abusos contra ella y su hermana llegue a buen puerto: “Gracias por tomarse el tiempo de leer esto, ya que no soy buena hablando. Lo único que puedo hacer ahora es esperar el juicio y que se dé la justicia que un tiempo no se dio”, escribió Mariana.
Fuente: La República de San Luis