Por Agencia Télam
El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, consideró hoy que existe una «cultura fornicaria» que banaliza «la unión entre el hombre y la mujer», cuestionó la entrega de preservativos en la Villa Olímpica en el marco de los recientes Juegos Olímpicos y criticó el «petting» -el contacto erótico sin llegar al coito- en lugares públicos.
«La deshumanización del eros, que por su propia naturaleza es carnal y espiritual, comienza con el descarte del pudor, de la honestidad, de la modestia, del recato. En estos valores cifra la plena humanidad de la actuación sexual, que no se exhibe obscenamente ni en sus preparaciones. Pienso en el ‘petting’ descontrolado en lugares públicos», dijo el religioso.
Bajo el título «La fornicación», el prelado platense repasó en una columna de opinión publicada por el diario El Día lo que consideró una «cultura fornicaria que se va extendiendo sin escrúpulo».
Juegos Olímpicos
Entre los ejemplos, cuestionó «los casos de fornicación que se dan en el mundo de la farándula» y también criticó la entrega de 450.000 preservativos destinados a la Villa Olímpica.
«La prensa brasileña hizo un cálculo: 42 condones por cada atleta, teniendo en cuenta los 17 días de duración de las competencias. La preparación de las mismas impone, como es lógico, abstinencia, pero después de cada competición, ¡A coger atléticamente!», cuestionó el arzobispo.
Como parte de «la banalización del sexo», que según el religioso, «comienza cada vez más temprano», fustigó «el negocio de los anticonceptivos» por ocultar la «sabía disposición de la naturaleza que ordena en la mujer los ritmos de la fertilidad».
En otro orden, condenó la «fornicación contra natura, ahora avalada por leyes inicuas que han destruido la realidad natural del matrimonio».
En ese sentido, señaló que existe una «discriminación de los antidiscriminadores» y rechazó la adopción de niños por parte de matrimonios igualitarios.
«Los enciclopedistas del siglo XVIII se horrorizarían de semejante atentado a la razón», dijo al respecto, y finalizó: «Tengo pleno respeto por las personas concernidas en todo lo que he dicho y comprendo con cercanía y afecto sus conflictos, pero no puedo dejar de proclamar la verdad. Mal que le pese al Inadi, si se entera».